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sábado, abril 27, 2024

El cangrejo dominicano

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Desde que era un muchacho, y ya ha llovido suficiente, he escuchado que los dominicanos somos como cangrejos metidos en una lata, que cuando uno está a punto de salir, otro lo tira al fondo, no para ese salir de la vasija, sino, para que el que iba a emerger a la superficie, no lo logre. ¡Una especie de irracionalidad criolla!  Me negaba, y todavía hoy, me niego a creer en esta teoría del imaginario colectivo, leyenda urbana o chismorreo entre comadres para saborear un café.

Sin embargo, los seres humanos desarrollamos cuadros patológicos raros, en algunos casos, increíbles. Por ejemplo, el síndrome de Procusto, que  padecen las personas que no aceptan que otros sujetos a su alrededor sobresalgan o triunfen por encima de ellos. Nunca están conformes con su propio desarrollo profesional, cargando toda su vida con inseguridades, preocupaciones y hasta con envidia hacia sus supuestos adversarios.

Esta conducta es muy frecuente entre políticos dominicanos. Todos quieren ser los favoritos del líder, del presidente…complacer a su amo en cualquier capricho.  Una vez observé que un subalterno le amarraba los cordones de los zapatos a su jefe, cuando éste podía hacerlo por su propia cuenta. “Lambiscones” (lambones), “chupamedias”, “lamebotas” hasta “lameculos”, hay de todas las categorías. La diferencia está en que estos seres con síndrome de Procusto no permiten que nadie haga lo mismo que ellos, por el contrario, boicotean, enredan,  pierden documentos con tal de que nadie le saque ninguna ventaja.

Estas presiones psicológicas terminan en coacciones somáticas que pueden derivar en diabetes emocional, hipertensión arterial, cuadros ACV y un sinnúmero más de malestares como el insomnio o enfermedades gastrointestinales como las úlceras. Hay subalternos que no se van a su casa hasta que el jefe no abandona el lugar por temor a que otro conquiste su espacio, el laboral y hasta el filial.

Estos  “sufridos sujetos” retrasan los trabajos en equipo, no comparten sus experiencias con nadie (no revelan sus secretos, antes muerto); nunca delegan en sus compañeros y guardan celosamente cualquier información del proyecto que los mantenga en el pináculo. Rara vez toman vacaciones alegando entereza y responsabilidad con sus tareas, o en caso contrario, cuando asumen un descanso, dejan todo con cerrojo o traspapelado para resolverlo a su regreso. Son ellos o nadie, así de simple.

Aunque no tiene que ver nada con crustáceos, si es muy socorrido en las oficinas públicas dominicanas encontrar el tema: “El que se ocupa de esos asuntos está de vacaciones, regrese como en diez días…” o, “El encargado de esa área está de licencia médica, hay que esperar que se recupere…” y cualquier otra excusa que pone de manifiesto la tan mencionada teoría del cangrejo criollo o el síndrome de Procusto.

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