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lunes, mayo 6, 2024

Pagar para matar y la inseguridad ciudadana

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La puerta de entrada a la inseguridad ciudadana que vivimos hoy, se abrió con la decisión política tomada en 1996 de neutralizar y frenar las huelgas y la agitación social “empleando (dándole trabajo) temporalmente de manera oficial” a los revoltosos; “el Gobierno tenía dos opciones: Reprimiendo de manera brutal o neutralizando a los cabecillas de la agitación social; pagar para no matar», explicó el presidente de ese entonces, Leonel Fernández.

La inseguridad ciudadana de hoy es el resultado de ese error político, decisión que no sólo aplacó las luchas, las reivindicaciones sociales naturales y necesarias en todas las sociedades, sino que pospuso el matar, lo dilató como una larga cadena que llega a nuestros días. Los jóvenes dominicanos no mueren en protestas y luchas reivindicativas, mueren como delincuentes y matan como delincuentes.

“Pagar para no matar” mató los clubes culturales, los institutos comerciales, los aprendices de oficios como la ebanistería, la mecánica automotriz o la plomería. “Para qué pasar tanto trabajo como el que pasó mi papá para morirse sin un chele si puedo conseguir lo mío más fácil”, era el decir de los muchachos de la barriada.

Bastó corromper a los lideres naturales de las comunidades, jóvenes que podían ser guías y modelos a imitar en el barrio, para silenciar la pobreza, la falta de agua, los apagones, pero también para matar el interés por el trabajo, por la cultura: mueren la poesía coreada, los grupos de teatro y los conjuntos musicales y entra el desasosiego y la ruptura en la unión de la familia.

Gracias a “pagar para no matar”, a ese desacierto político, junto al dinero fácil que entró a los barrios llegaron los puntos de drogas, un incremento de la prostitución y las bancas de juego. Por cada escuela hay más de 200 bancas de juegos de azar.

“El negocio de juegos de azar, loto y bancas de apuestas podrían superar en ventas más de RD$100 mil millones al año, una cifra superior al 4% del producto interno bruto (PBI) y al 18% del gasto público”, escribe Forbes.

Así el error político convirtió en ludópatas a los dominicanos, en consumidores de drogas, mató en los jóvenes las aspiraciones del crecimiento personal, el interés por el desarrollo intelectual y fraccionó lo más sagrado de cualquier sociedad, la familia. El silencio fue total porque “pagar para no matar” también hizo millonarios a muchos “periodistas”, poniendo a ese sector, que era un verdadero sacerdocio, al servicio del mejor postor.

 

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