29.1 C
Santo Domingo
sábado, mayo 11, 2024

    Morir en Nueva York

Las más leídas

Aunque este título guarda cierta semejanza con el del reciente libro de Pablo Gómez Borbón: “Morir en Bruselas”; con este artículo, de ninguna manera trato de refundir, a modo literario, esa entrega. Es más, no tengo el tupé de mal elaborar un “palimpsesto”.

Pero aunque Miriam Pinedo y Maximiliano Gómez, sin entrar en detalles ni faltarles al respeto u ofender su memoria, fueron objeto de despiadados asesinatos, pienso que debido a nuestras desacertadas políticas públicas, al igual que ellos aunque con otras motivaciones, modo o circunstancias; también podríamos morir lejos de nuestro lar.

Y, en esto último me refiero a mi flanco; al periodístico. Cada vez más, me entero de las enfermedades catastróficas o la muerte de algún periodista, en estas latitudes. En este caso me refiero a eso; a morir extrañado de nuestra tierra, tal vez en el Nueva York de Estados Unidos.

Y lo lamentable es que tal vez nunca retornemos, de modo definitivo,  los que no tenemos ciertas “habilidades”. Me refiero a los que no somos corrompidos gambusinos; pero tampoco dejamos ni tenemos nada en República Dominicana.

Esto, aunque son mayoría los periodistas no notables en nuestro país que, en verdad, son honestos. Lo que expongo parecería un tremendismo o traído de los cabellos, pero hay una realidad que nos golpea.

En mi caso como el de otros, tuvimos la oportunidad de “huir”. Simplemente no pudimos competir; no por falta herramientas profesionales, sino porque carecemos de la magia que genera riquezas inexplicables. Bienes materiales y otras bonanzas que, por lo que observo, aunque se aprobara la Ley Nacional de Extinción de Dominio, ahora barajada en el Congreso Nacional; jamás serán conjurados ni confiscados.

Esto, si esta norma sólo afectara a los funcionarios corruptos, narcotraficantes, y lavados de activos. En 1992, partí esperanzado de que en algún momento regresaría a vivir entre mi gente de modo definitivo. Pero, a décadas, muy a pesar de cierta algarabía, no hay un cambio convincente en nuestras políticas públicas, y todavía se enseñorea la otra corrupción.

Ese cambio no ha llegado; es más, he oteado el horizonte político y todavía no lo veo. Y en esto me refiero a que el periodista que aún no cree en el sistema y conserva un bajo perfil, continúa siendo excluido; y, por si fuera poco, hasta por organismos profesionales que se supone deben coadyuvar con nuestro bienestar.

En otras palabras, aunque no sea en Bruselas, debido a un orden de cosas injusto, corrompido, no institucionalizado, donde la coherencia todavía es banalizada; podríamos estar condenados, si no en otras ciudades estadounidenses, a morir en Nueva York.

  El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.

ResponderReenviar

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Lo último