En aquel 8 de febrero de 1971 salieron a flote las truculencias del gobierno de Joaquín Balaguer quien perseguía. Asesinaba o encarcelaba a los opositores. Los que llegaban al banquillo de los acusados terminaban en juicios amañados.
Acusando a la empleada doméstica Carmen Santos, a Aleyda Fernández y a Eva su hermana que se encontraban en sus respectivos trabajos, Aleyda en el diario Ultima Hora y Eva en Salud Publica y que al mismo tiempo estuvieran con nosotros preparando secuestros, para pedir rescate y usar el dinero en actividades subversivas, es un desmentido total a la declaración verbal de que era un gobierno democrático.
Fuimos encerrados en el Palacio de la Policía. Los varones en la cárcel de oficiales, previo minucioso registro. Hábilmente, Vladimiro sacó el tubito de tinta de un bolígrafo y se las ingenió para ocultarlo. Ese tubito sirvió de mucho como verán.
No nos brindaron alimento y mi esposa Cristina Roques y la esposa de Carlos Tomás, se las arreglaron para llevarnos alimentos todos los días. El tiempo fue pasando y los custodios nos entregaban los mismos y un día en el medio del plato encontramos un bollito amarrado con plástico. Ahí encontramos un mensaje escrito dándonos aliento.
La ropa que teníamos puesta la enviamos para que nos la lavaran, y en los ruedos de los pantalones llevaban mensajes escritos por nosotros en la parte no impresa de los periódicos que nos hacían llegar los custodios de los cuales nos habíamos hecho amigos.
Ellos se comportaron con nosotros amistosamente, al conversar y desde luego,
le transmitíamos la injusticia de nuestra prisión que ellos aceptaron. Un día un coronel subió al lugar de nuestra prisión y al ver que la puerta solo tenía barrotes , inmediatamente ordeno tapiarla , para evitar que los custodios pudieran conversar abiertamente con nosotros.
Esa decisión , comprensible desde su punto de vista, no produjo la eficacia esperada por él. Los custodios nos pasaban los periódicos, como El Nacional por debajo de la distancia, entre la puerta y el piso y esas comunicaciones continuaron.
Como tenemos todo el tiempo del mundo, nos pasamos largos ratos viendo por las ventanas que daban al patio del Palacio y ahí descubrimos que la Banda Colora que hacía atropellos a los simpatizantes de la oposición, no estaba formada por civiles, sino por miembros de la Policía que figuraban como La Organización Anticomunista y Antiterrorista, y que la oposición bautizó La Banda Colora y esos datos se los informábamos, vía ruedo de los pantalones, a nuestros familiares quienes se encargaban de denuncias apropiadamente , para que no se pudiera determinar la fuente.
Todo ello fue posible gracias al tubito del bolígrafo.
Entretanto ocurrieron algunas cosas . El día de las madres vi a mi mama por un permiso especial y yo tuve la oportunidad de verme también con mi esposa, tocarla fue algo maravilloso.
Después el general Pérez y Pérez fue sustituido por Neit Nivar en la Policía Nacional y nosotros muy beneficiados, porque fuimos trasladados a la cárcel de la Victoria y nuestra condición de aislamiento cambio . No solo para nosotros tres sino para los 6 dirigentes del MPD, también encerrados en las celdas de la Policía Nacional.
En la celda nos juntamos los 9, del Palacio de la Policía, con otros perseguidos y la celda llego a tener unos 30 prisioneros que se nos permitió tener una pequeña estufa eléctrica, y cocinar nuestros alimentos, en sustitución del chao incomestible que dejábamos afuera y el jefe de la prisión lo usaba para una crianza de cerdos en su provecho.
Nos dividimos tareas y se formaron grupos de tres para cocinar y limpiar rotativamente y yo aprendí a cocinar de las manos de un prisionero llamado Carlitos que era un típico cocinero, gordito y sabrosón, Un día me dijo Gerardo el secreto del sabor es equilibrar lo dulce, lo salado y lo agrio . Sin duda cuando nosotros estábamos a cargo, había elogios. Hoy, mi esposa me aprecia cuando cocino.
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