28.5 C
Santo Domingo
lunes, abril 29, 2024

La fortuna me salvó la vida en 1965 por tercera vez

Las más leídas

Al desatarse la Guerra del 24 de abril de 1965, ocurrió para mi otro hecho de suerte que permite que esté hoy cercano a los 82 años de vida habiendo sobrevivido un periodo de lucha militar, persecución política durante los años posteriores a esos hechos y los rigores del exilio en Europa.

Cuando los militares insurrectos, que buscaban el retorno a la Constitución de 1963, entregaron fusiles, pistolas, revólveres y otros armamentos al pueblo, se decidió atacar la fortaleza Ozama, yo fui de los que participé en esa batalla. Era la primera vez que use un fusil en mi vida, que era una carabina Cristóbal y creo que no hice mal.

Llegue a ver policías lanzarse al vacío para caer 20 metros abajo en el pavimento de la continuidad del malecón que bordea el río Ozama en ese lugar y quedar en capacidad de no romperse las piernas e incluso con fuerzas para nadar, venciendo las profundidades y remolinos, y llegar a Villa Duarte.

De todos modos 27 militares que fueron hechos prisioneros quedaron en nuestras manos. Yo quedé a cargo de su custodia por disposición de Fafa Taveras y los recluimos en lo que hasta entonces era un Juzgado de Paz en la calle José Gabriel García, en Ciudad Nueva.

Yo carecía de experiencia militar, como la mayoría de civiles sumados a esa contienda. Cometí errores al custodiar, junto a un asistente ese grupo de prisioneros integrado por militares bien entrenados, que permanecían sentados ordenadamente en el suelo, temerosos de ser fusilados os torturados.

Yo los tranquilizaba garantizándole la vida y le decía del interés de tratarlos como prisioneros con los principios de conducta que normaba las actitudes de personas democráticas que solo luchábamos por restablecer el gobierno democrático que encabezó Juan Bosch en 1963.

Yo estaba frente a ellos, sentados a metros de distancia de esos soldados veteranos. Un día uno, con mucha preocupación, me pidió hablar a solas y lo hice pasar en lo que era el sanitario me dijo, mientras mi asistente custodiaba el resto, que entre los prisioneros había un alto oficial reconocido por su aguerrida conducta, capaz de atacarme y disponer del fusil que portaba colgado del hombro con la lógica actitud de disponer de mí.

Obviamente creí totalmente la advertencia y empecé a poner la distancia entre ellos y yo, pedí refuerzos, y seguramente con las medidas tomadas alejé el posible acto de ese oficial, cuyo nombre no recuerdo, pero si su rostro, y de otros que lo seguían.

En la evolución de los acontecimientos pase a ser el comandante de un grupo formados por personas de origen mocanos que formamos el comando denominados “Los Mocanos” que ocupamos una vivienda de buen tamaño en la calle paralela al sur de la calle Pina.

Para cuando eso sucedió ya éramos más entrenados y Evelio Hernández pasó a ocupar el lugar que yo tenía en el Juzgado de Paz. Pero no hay que sorprenderse si les cuento que el oficial intento escapar, pero el legendario comandante lo sometió a la obediencia y gracias a él hoy lo puedo contar.

Si yo, sin experiencia en asuntos militares, hubiera permanecido a cago de la custodia de esos prisioneros no sé cuál fuera mi destino.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Lo último