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lunes, abril 29, 2024

Factores favorables  casuales

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He contado en dos artículos anteriores en el periodo de Rafael L. Trujillo y de Joaquín Balaguer que me salvé mi vida porque, por ejemplo, Otto Cornielle, que me conocía bien, pues él trabajaba para el servicio de inteligencia, aunque figuraba como estudiante, era un calié como se le denomina a aquellos que se dedican a informar a las autoridades en RD a ese tipo de empleo. Su función más importante era proteger a Radhamés Trujillo que en ocasiones iba a una habitación privada de la universidad junto a sus compinches que se autodenominaban «La Cofradía» como si fueran una entidad religiosa.

Ese maligno personaje intentó matarme tras el ajusticiamiento de Trujillo, primero queriendo hacerme chocar de frente con un vehículo en vía contraria en la avenida Bolívar, que era de doble vía, y cuando hice una maniobra que impidió que yo chocara, entonces sacó un fusil frente a la casa del entonces presidente Joaquín Balaguer y apuntó hacia mí. El guardián lo calmó primero a él y luego a mí que me había parado frente al carro de Otto, atravesado frente a mí en la avenida Máximo Gómez. Yo con las manos en alto diciendo que si era matarme que quería que lo hiciera. Si el guardián hubiera sido un exaltado Otto hubiera disparado contra mí, pero actuó con mucha calma y eso me salvó.

Ya conté que, en 1965, el 24 de abril, fui con otros al Palacio Nacional y los aviones P51 disparando balas calibre 50 mataron a algunos de los que nos dirigimos al Palacio Nacional, pero yo tuve la suerte de que el chofer de una patana la abandonó. Yo encontré esa patana en la calle Moisés García, detenida ahí y me metí debajo del chasis entre las cuatro gomas traseras. Ahí me guarecí hasta que los aviones dejaron de disparar.

La tercera ocasión que salvó mi vida, en ese período fue en febrero de 1966, cuando los estudiantes protestaban frente al Palacio Nacional en razón de respaldar los detenidos que pedían la salida de las tropas extranjeras. Yo estaba entre ellos, pero desde el Palacio Nacional dispararon y mataron a Miguel Tolentino, Luis Jiménez, Antonio Santos y Amalia Ricart Calventi, Brunilda Amaral y Tony Pérez, quedaron paralíticos. Sin embargo, yo encontré refugio en la casa de Ofelia Pérez, madre de Hamlet Hermann quien me abrió las puertas, porque me conocía, ya que en 1964 yo había sido su inquilino en una pensión que ella tenía en la calle Moisés García justo frente al Palacio Nacional.

Muchos de los jóvenes actuales desconocen el período dictatorial 1930-1996 y por ello relato algo de esos tiempos. En 1971, por ejemplo, yo fui detenido en la vivienda de Aleyda Fernández, prima de Arlette la viuda del coronel Fernández Domínguez. Esta prestaba su vivienda para reuniones de opositores y el servicio de inteligencia la vigilaba, pero esos tiempos eran que las acusaciones de la Policía eran tales que, a mí, por ejemplo, me acusaron de intentar matar al director del periódico Listín Diario, Rafael Herrera, como relaté en ocasión anterior cuando en realidad fui invitado por Carlos Tomas Fernández y Vladimiro Blanco a que revisara la redacción de un artículo a ser publicado.

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