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domingo, abril 28, 2024

Hechos históricos culpas de otros dislocan la población de Norteamérica

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Norteamérica se debate hoy día revelando lo que aparenta ser un acto de contrición por culpas ocultas de hechos no cometidos por la generalidad de sus gentes.

El Departamento de Estado suele invitar con todos los gastos pagos y una dieta diaria en efectivo adicional a grupos de ciudadanos escogidos en cada país. Como huéspedes de Norteamérica, estos invitados son llevados a recorrer ciudades, pueblos, instituciones y campos para que puedan testimoniar que Estados Unidos está poblado por gente buen, trabajadora, útil, y, sobre todo, puritana. Un aspecto del podrían estos invitados testimoniar es el de la ética en los negocios en aquel país.

La intensidad del recorrido y la insistencia en que se viera lo que se quería que se viera, hacía considerar que se trataba de conseguir un “un lavado de cerebro”.

Lavado de cerebro o no, son excelentes oportunidades que ofrece el gobierno norteamericano para que los extraños escogidos por ellos conozcan Norteamérica por dentro con un cristal predeterminado. Para eso se pagó la invitación.

Para lo que nunca se cursan invitaciones de parte del Departamento de Estado y la estructura de Poder en los Estados Unidos de Norteamérica, es para conocer el salvajismo que esa misma sociedad posee y exporta. No es necesaria la invitación con ese fin, ya que Norteamérica se exhibe por sí misma de manera brutal en sus agresivos negocios económicos, en sus guerras salvajes para doblegar a todo el universo que le sea posible.

Es precisamente la brutalidad de los círculos de poder norteamericanos la responsable de que Norteamérica de hoy, sin quererlo, esté mostrando los rasgos de la descomposición acumulada.

Pese al persistente escarceo de los medios de prensa norteamericano, no se ha dicho todo sobre los sucesos violentos ocurridos en el Capitolio de Washington. El presidente Donald Trump convocó a aquella multitud después de condicionarla en todo el país, durante cuatro años, y al final alegando que le quitaron la victoria en las elecciones recién concluidas para pasársela a Joe Biden. ¿Aquellas masas fueron organizadas, además de las motivaciones perversas de Trump, para que estuvieran preparadas premeditadamente para el desorden con fines ulteriores?

El New York Times en uno de esos esfuerzos en busca de un razonamiento que contenga una explicación, mandaba a sus lectores al marco de la Revolución Francesa de febrero de 1848. Los medios, según el NYTimes se han preguntado si aquel suceso los causó “¿Una muchedumbre enardecida, una marcha caótica, una manifestación que se volvió fea, una insurrección deliberada…, o una combinación de todo eso?”. El mundo entero, ante acontecimiento tan inusual en Norteamérica, andan en busca de la raíz del asunto.

Y es que ciertamente, la sociedad norteamericana, en la que no se estudia ni se enseña con detenimiento las raíces históricas de su devenir, lleva encima una carga de culpabilidad que no comprende, desde hace siglos. Carga de culpabilidad que empuja a cada vez mayores grupos de ciudadanos a la violencia.

Fuerzas oscuras matan a los presidentes norteamericanos. La población observa como sus hijos son enviados a la muerte en sucesivas guerras sin sentido para la comunidad, también motivadas por fuerzas oscuras y poderosas. Se trata de justificar toda acción en lo ideológico. Todo conduce a que la ciudadanía sienta pavor por lo incomprensible. Sienta odio sin razón. Sienta ansiedad por liberarse de culpas ajenas.

Matan o intentar matar a sus presidentes

¿Cuántos presidentes de Estados Unidos han sido asesinados estando en el ejercicio de sus funciones?

Comencemos por John F. Kennedy y terminemos por el primero, Abraham Lincoln. En el intermedio, agreguemos a El asesinato de William McKinley, el vigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, ocurrido el 6 de septiembre de 1901. James Abram Garfield quien fue el vigésimo presidente de los Estados Unidos, se convirtió en el segundo presidente asesinado en ese país. Sobre la causa de la muerte natural de algunos de los otros cuatro en el ejercicio, se poseen muchas dudas.

Nueve presidentes norteamericanos han sobrevivido a intentos de asesinato mientras ostentaban el cargo: Andrew Jackson en 1835, Theodore Roosevelt en 1912, después de finalizar su mandato, Franklin Delano Roosevelt en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, Harry S. Truman en 1950, Richard Nixon en 1974, Gerald Ford en 1975, Jimmy Carter en 1979 y Ronald Reagan en 1981. Queda claro que con los asesinatos de Kennedy, Lincoln, McKinley, Garfield y el probable asesinato de Harding, así como la expulsión de Nixon del poder, se demuestra lo peligroso que puede resultar para la élite el enemigo interno en el máximo cargo de los Estados Unidos.

La carga de múltiples conflictos

El reflejo de múltiples conflictos políticos, raciales y del sistema, llevan siglos acumulándose en el seno de una sociedad que sistemáticamente es distraída hacia la violencia que su nación lleva al exterior.

Estados Unidos es una sociedad estresada. Hay conflictos que su gente arrastra en la conciencia que nunca han concluido. Por eso, no es raro ver que líderes del tumulto del día 6 enarbolen banderas de las barras y las estrellas, y simultáneamente arrastran otros signos y símbolos maléficos; o la bandera de la secesión como si el tiempo no ha pasado. Los traiciona su conciencia supremacista y la memoria de algo que para ellos no ha concluido: la guerra racial.

Donald Trump venía construyendo un liderazgo para tomar el control de todos los resentimientos. El presidente venía fomentando la ira de la gente de manera extravagante durante cuatro años, desde el pódium que se le facilitó para otros fines. Y los medios de comunicación de Estados Unidos se han mantenido desde ese día en una labor de disección lo que permite ver de mejor manera de dónde viene ese pus, cuál es la raíz que lo produce.

Se ha dicho que las calles de Norteamérica están llenas de gente mentalmente dañada por el paso militante en las distintas guerras a que se le ha obligado a participar. Las mismas guerras que han sido observadas por toda la sociedad impotente. Y ahí están sus veteranos de esas guerras atrapados en la secuela de sus participaciones increíbles.

La otra cara

Estos soldados lanzados a las calles de Washington a la espera de lo que pudiera suceder, habrán aprendido en sus escuelas cómo Estados Unidos y Gran Bretaña invadieron la Irak de Saddam Hussein, mandando las Naciones Unidas a la porra, cuando decían que esa nación poseía armas de destrucción masiva, sin ser cierto. Quienes llevaban las armas de destrucción masiva eran los invasores. No era Irak, ni había tales militantes de Al Qaeda.

¿Les habrán enseñado que lo de Irak fue para acallar el escándalo de que el 11 de septiembre les habían hecho añicos las torres gemelas?

Estados Unidos, país de guerreros de la geopolítica eternamente ha acusado a Cuba de mil y una acción de terrorismo y torturas de Estado, mientras instalaba en esa misma Cuba un campo de torturas a prisioneros. Son de las cosas que deben asombrar a los propios norteamericanos y hacer que se muerdan los labios buscando una explicación que no los inquiete tanto.

Los soldados que se apilan ahora en los pasillos del Capitolio y en tantos otros sitios tendrán tanta memoria como para recordar que su Nación ha sido invasora desde la guerra de la Independencia.

Se lanzaron sobre Canadá, en el Atlántico, arrasaron en el Mar Caribe, en 1798; invadieron Argentina en 1831, Y cuando invadieron a México, en 1846, arrebatando a esa nación medio territorio mexicano para anexárselo ellos mismos. Y cuando invadieron Nicaragua, en 1853, y a Uruguay, en 1855, 1858, 1868; y a Nicaragua de nuevo en 1894 y nuevamente a México, en 1914. Invasiones las han protagonizado en Nueva Granada, en 1856; a Chile, en 1891, a Cuba y Puerto Rico, en 1898, Haití, en 1915, REPÚBLICA DOMINICANA, EN 1916, México en 1917; Nicaragua 1952, Guatemala, 1954; Panamá, en 1964; DE NUEVO REPUBLICA DOMINICANA, en 1965; Chile, en 1973, Granada en 1983, Panamá, 1989, Haití, 1994 y 2004.

Invasiones norteamericanas las hubo en África del Norte, África del Sur, Japón, China, Angola, Hawai.

Desataron la primera guerra mundial en 1917, y la segunda guerra mundial en 1941. Han estado en la guerra de Corea, Indonesia, Vietnam, Líbano, Libia, Somalia, Bosnia y Herzegovina, Sudán, Afganistán, Yugoeslavia, Filipinas, Somalia, Yemen, Pakistán.

Comando Unificado de Estados Unidos

A esos soldados esparcidos en Washington, por si acaso, cuando duerman en el suelo con sus mochilas, despertarán tras soñar que no hay tierra sin invasión de su país.

Y todo eso, tiene que recaer sobre la memoria de una Nación, que no sólo la guerra de su independencia, y luego la guerra obligada por los negros contra la ideología del supremacismo blanco que hoy los obliga a marchar en zafarrancho sobre el asfalto de su gran nación. Algún sustrato de desequilibrio debe quedar en esas mentes.

Nos vemos el 20 de enero en inusual toma de posesión de un presidente lanzado a lo inesperado durante cuatro años.

Lo del 6 de enero tomado por “Insurgence USA”.

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