El presidente Luis Abinader ha dado muestras suficientes de estar preocupado por el problema de los migrantes haitianos que acuden a la República Dominicana, sin interés por regularizar su situación, no acogiéndose a las leyes nacionales e internacionales.
En ocasiones se ha escuchado al presidente Abinader reclamar que, para enfrentar la cuestión de los inmigrantes ilegales haitianos, los distintos sectores del país tienen que sentarse a discutir el asunto. Y eso es lo mejor.
En la actualidad, Abinader anda expuesto en las cuatro esquinas, tras responder en tono alto a las presiones abusivas que a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), están ejerciendo los grupos hegemónicos para que los dominicanos acepten en territorio nacional, cualquier tipo de inmigrante que traspase la frontera entre Haití y República Dominicana.
De manera poco diplomática y un tanto arrogante, Volker Türk, un señor que nadie conocía en el país, hablando desde su escritorio como titular actual del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ha querido ser abogado de los haitianos afectados por la desgracia social que los está dispersando por todos lados. Pero Türk, de manera desproporcionada y un tanto fanatizada exige que República Dominicana no deporte a los haitianos hacia su nación de origen.
Abinader en una respuesta inmediata y descarnada respondió a Türk que sus reclamos son inaceptables y también irresponsables, ya que la política migratoria de cada país es potestad de cada gobierno”. Y advirtió que la expulsión de haitianos ilegales en el país, no sólo continuará, sino que se radicalizará. Y, por lo visto, así está ocurriendo. Miles de haitianos sin registro legal que son sorprendidos en las calles y caminos, son apresados y expulsados hacia aquel lado de la frontera.
El señor Türk tiene apenas unas tres semanas en el puesto que desempeña en la ONU. Y según sus antecedentes está respirando un aire un tanto tóxico, aprendido por él de las grandes naciones que andan atarugadas con el problema de las inmigraciones de extranjeros en busca de mejor suerte.
Haití vive de forma simultánea una crisis por la violencia de las pandillas y deterioro de la salud poblacional, incluido un brote de cólera, y la escasez de comida y alimentos, situaciones que han desatado protestas masivas. Pero por desesperante que sea el caso haitiano, seguirá siendo el caso haitiano. Y la solución al mismo tienen que encontrarla internamente los haitianos, con la ayuda que puedan obtener de otros. Y entre esos otros para ayudar ha estado la República Dominicana hace largos años, acorando a los haitianos en los costos presupuestarios nacionales, a la vista de todos.
Lo que han ignorado y pasado por alto Türk y su aparato de la ONU, en el caso domínico haitiano, es que existen tratados y pactos de compromisos para quienes los adquieren. Existen desde 1951 acuerdos y convenciones, pero que no definen con claridad lo que es un refugiado y lo que es un inmigrante.
Lo ha planteado el mismo Turk: “La Convención de 1951 no especifica cómo compartir la carga y las responsabilidades, y eso es lo que hace el pacto mundial. Responde a uno de los principales vacíos que hemos enfrentado durante décadas”, explica el responsable de protección internacional del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Volker Türk. «Reponde a una de las mayores carencias que hemos tenido durante décadas».
República Dominicana se ha acogido desde siempre a los pactos que ha considerado razonables para sus circunstancias. Los que no, los ha rechazado. Y uno de esos pactos, rechazado de cuajo, es el llamado Pacto Mundial sobre Refugiados. Ya que éste no se le puede imponer a Abinader y a los dominicanos, ni en el caso de que cualquiera de esos grupos hegemónicos invada por la fuerza el territorio haitiano, como ha sido su inveterada costumbre.
Hay otro pacto de migración aprobado en la ONU, denominado Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular. Al que tampoco se ha adherido la República Dominicana. Éste debe ser discutido y consensuado entre los dominicanos, para tomar una decisión de manera segura, ordenada y reguladora. Eso es lo que ha advertido Abinader que debe hacerse.
Este es el tramo difícil para los haitianos. Y también para los dominicanos, en sentido general.
Para los haitianos, porque en Haití no ha sido posible el establecimiento de un registro civil, ni una organización de sus nacionales. Ha habido algunos intentos, y en el último, la hoy viuda ex primera dama haitiana, Martine Moïse, no ha podido dar cuentas de los millonarios fondos que organismos internacionales pusieron en sus manos para la compra de equipos y adiestramiento de personal con esos fines.
Es por eso que millares de haitianos traspasan la frontera domínico haitiana sin ninguna identidad, imposibilitando que se les defina un estatus que no sea el de simples habitantes ilegales, y por lo tanto, fuera de todo control y orden.
Lo que entiende el gobierno y que preocupa a Abinader es que los niños haitianos en el país anden mendigando en las calles, ya que no pueden ser aceptados en las escuelas, como han sido aceptados miles de niños haitianos, a pesar de que no hay espacio suficiente para los dominicanos.
Se da el caso de las haitianas embarazadas que llegan sin identidad al país. Y los hospitales públicos las atienden de cualquier manera con fondos del Estado dominicano. Millares de trabajadores haitianos son acogidos en los centros de trabajo, en las fincas agropecuarias, y en otros lugares donde pueden ser útiles, con identificación, pero también sin identificación, por empresarios irresponsables incumplidores de las leyes laborales. Y esa es una dificultad que imposibilita la adopción de un pacto de migrantes impuesto sin condiciones por la ONU.
Si está la Constitución, si existe un Registro Civil, si están las leyes laborales ¿por qué los empresarios adinerados se niegan o hacen los desentendidos para ayudar al gobierno a corregir la situación como lo está reclamando el presidente Luis Abinader?
