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viernes, mayo 3, 2024

Otra historia para ser contada

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En 1964 yo era tercer dirigente de la Federación de Estudiantes Dominicanos cuyo secretario general era Amín Abel Hasbún, la vice era Enma Tavarez Justo, hermana de Manolo de igual apellido. En esa condición invité a Héctor Dotel Matos, que tenía una voz que parecía la de  un profesional de la locución, a que en una guaguita anunciadora ese 12 de junio, saliéramos a invitar a conmemorar la gesta del 14 de Junio de 1959 en los terrenos en que una vez funcionaba el Aeropuerto General Andrews en la avenida San Martín.

La Policía nos detuvo en Ciudad Nueva y nos acusaron de invitar a la insurrección. Nos depositaron en la celda que colocan a todos los detenidos y allí acompañamos a una veintena de detenidos por robo, violaciones de tránsito  etc. En la noche de ese día comenzamos a oír miles de explosiones de balas de diferentes calibres. Me le acerco al guardián y le digo: abre esa puerta y él hizo un gesto aprobatorio pero se tomó algún tiempo. Seguramente él concordaba conmigo de que morir en ese lugar no tenía ,por esos hechos ningún sentido . Le argumenté que nosotros en esa celda no teníamos nada que ver con lo que esta pasando.

Para tranquilidad de todos los disparos  cesaron. Eso sí, trajeron un nuevo prisionero que tenía pinta distinta al común y cuando le pregunté por lo que estaba sucediendo dijo que el andaba en un deportivo. Lo pararon y preguntaron porqué yo tenía esta camisa roja puesta y a mi novia y a mi nos trajeron aquí , pero yo no se donde está ella.

Al día siguiente, a Héctor y a mi nos trasladaron a la celda del Palacio de Justicia en Ciudad Nueva y allí me encontré con su novia que lloraba por no comprender ninguna razón por la que estaba prisionera. No paso mucho tiempo cuando llegó un pequeño grupo de policías encabezados por un oficial de alto rango y el vocinglero anticomunista Rafael Bonilla Aybar (Bonillita).

El oficial se dirige a ella y le pregunta:  Cómo te llamas? y ella responde : soy bailarina y me llaman El Poyo de Quisqueya y cuando el oficial dice: a ti es que te andamos buscando ,  la pobre joven se paró del piso temblando de miedo.

Un par de horas después la regresaron y obviamente le pregunté que te dijeron y ella me dijo que solo le preguntaban una y otra vez por que habíamos incendiado el polvorín y yo ni sé lo que es eso. Yo andaba con mi novio Rafael paseando y nos detuvieron. No se dónde él está . Le conté que yo lo había visto en la celda del Palacio de la Policía.
Un poco tiempo después de esto a Héctor y a mí, nos montan en una perrera, como le llamaban alos carros patrulleros en la década del 1960, y nos despachan para la cárcel de La Victoria donde nos recibieron con una paliza ejecutada por un tal MeneÍto. Cristina Roques, que entonces era mi novia, que yo había conocido estudiando con su primo Carlos Despradel nos hizo llegar de algún modo un camastro portátil y lo usamos de escudo protector .
Ese tal Meneíto había descuartizado, por encargö, a una persona con la que sostenía una relación homosexual,según me contaron.
Nos depositaron a Héctor y a mí en una celda junto otros prisioneros y ahí vuelve y se repite otra de las variantes del teatro de persecución a los incendiarios del Polvorín. Esta vez un policía que se quejaba de la paliza que le habían propinado. Yo soy policía y andaba vestido de civil camino a mi casa. Yo le pregunto de qué color era la camisa y el me responde yo no sé bién, creo que colorá.
Mi vivencia en esa celda  frente al Presbost  de la celda ofrece una cara que contaré en la próxima entrega .

 

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