Los Najri tienen un emporio de carácter familiar, forma empresarial muy común entre los grandes ricos y burgueses tradicionales dominicanos, que no buscan profesionales externos para dirigir sus negocios ni llevan sus empresas a cotizar en una bolsa de valores, donde tienen que transparentar su contabilidad y operaciones, optando por los conciliábulos de parentesco, que les facilita evadir impuestos y otras travesuras.
José Antonio Najri Acra, de origen libanés, fue el páter familia que junto a su hermano Antonio creó en 1943 la Algodonera C x A, para fabricar colchones, que unos años mas tarde va a producir hilos y textiles; en 1966 adquirió lo que sería luego Safari Motors y en 1978 a Volga C x A, importando de Rusia los vehículos Lada, incursionando en un negocio que ha dado mucho dinero a los viejos y nuevos ricos, sobre todo, hasta el inicio del DR-CAFTA, al disfrutar del monopolio de la exclusividad de importaciones de determinadas marcas de vehículos.
En los 12 años de la dictadura de Balaguer (1966-1978), Najri Acra perteneció al Partido Reformista. Su acumulación ascendente de capital, en base a la explotación de los trabajadores, se amplió a partir de los 80 con la creación de la empresa Textiles Titán, que hoy produce más de 20 millones de sacos de polipropileno al año; en 1985 la familia Najri adquirió a Fertilizantes Químicos Dominicanos (FERQUIDO), que se había creado en 1956, contando hoy con 14 sucursales, 21 almacenes en toda la geografía nacional y una capacidad de producción de 200,000 toneladas al año; apenas cuatro años después, en 1989, constituyó la empresa Productora de Semillas Quisqueya (PROSEQUISA). Así, generó una especie de integración vertical que le dio ventajas en el mercado de insumos agrícolas, al producir semillas, fertilizantes y sacos para envasar diferentes productos.
Ya para esa época sus hijos José Antonio y Marcial Najri Cesani, enviados a estudiar a Estados Unidos, como gusta la burguesía dominicana con los varones, pues la hembra, Ana María del Pilar, se quedaba para asumir más tarde el rol de esposa, empezando los varones a tener roles de dirección del grupo Najri. Por coincidencia, en medio del auge político de José Antonio Najri Cesani en la década del 80, que llegó a secretario de Estado de Industria y Comercio en el gobierno del PRD, presidido por Jorge Blanco, fue que la familia Najri despegó como un grupo económico fuerte.
Otra de las características del grupo Najri son las adquisiciones, práctica que permite a los capitalistas aprovecharse del bajo valor de empresas en problemas para luego revalorizarlas con una relativa baja inversión. De esa manera, además de FERQUIDO en 1985, adquirieron en 1991 la empresa farmacéutica Máximo Gómez P y en 2003 a Laboratorios Dr. Collado, del mismo ramo industrial, que involucró transacciones por más de 1,200 millones de pesos (Forbes.com.mx).
Al crear en ese mismo año de 2003 a Sebastian del Caribe, comercializadora de productos de belleza, configuraron otro pool oligopólico, además del de insumos agrícolas, en el área de producción para la salud, que completaron al adquirir acciones de la cadena de farmacias más grandes del país, Farmacia Carol, y de Laboratorios Orbis, del grupo de los Armenteros de César Iglesias, que produce medicamentos y agua.
En 2001 hicieron la adquisición que ha hecho más multimillonarios a los Najri, lo que no lograron con Safari Motors ni con Volga: la Delta Comercial, propiedad del ex Vicepresidente de la República y ex senador del Distrito Nacional Jacinto Peynado, pero que ya estaba en crisis y altamente endeudada con BANINTER. Esta empresa importadora de vehículos, que para la fecha todavía tenía la exclusividad de los Toyota y Lexus, llegó a vender en 2015 unos 7,000 vehículos, facturando más de 7,000 millones de pesos, y, aunque la competencia la ha llevado a bajar esa cifra de ventas anuales, es la principal del mercado con cerca del 18% del mismo, constituyendo así el tercer eje oligopólico del grupo Najri, representado por insumos agrícolas, productos de salud y vehículos.
El grupo Najri también es accionista de la empresa Antillana Comercial, fundada en 1942, que se especializa en importación de partes de vehículos. En 2011 crearon la empresa Login, la cual da soporte tecnológico a todas las demás empresas del grupo en cuanto a mantener un equilibrio en sus inventarios. Esta es una evidencia de la magnitud de la demanda que ha llegado a tener las empresas del grupo Najri, cuyos almacenes ya no pueden ser manejados con simples programas informáticos.
Los Najri, sin embargo, no se han detenido en todo lo anterior, pues adquirieron en 2009, junto al grupo de los Bonetti, al equipo de beisbol “El Escogido”. Para ampliar más su influencia, ahora no básicamente económica, sino ideológica, como fieles representantes de la clase dominante, conformaron la empresa “Librería Cristiana Emmanuel”, que vende textos religiosos, al mando de Marcial Najri, hermano de José Antonio y de Ana María.
El lector podría preguntarse, y no están también en el sector financiero, suma de la inteligencia de los negocios y concentración capitalista? Pues claro que sí. Marcial Najri Cesani es miembro del Consejo de Administración del Banco Popular y del Grupo Financiero Popular. Allí los Najri son parte de los dueños del país junto a los Gullón, Vicini, Bordas, Pimentel, Vega, Bermúdez, Brache, Perelló, Del Toro, TaváreZ y otros.
El grupo Najri, que al igual que otros grupos oligárquicos, se regodea llevando a los presidentes de la República a la inauguración de sus éxitos empresariales, prueba, al mismo tiempo, del aumento de la explotación de los asalariados, es contratista del Estado dominicano, y no podía ser una excepción, pues todos los grandes ricos dominicanos han bebido de la teta del presupuesto público, unos con ventajas y corrupción, otros simplemente haciendo negocios, como los Najri, aprovechando la gran demanda de su Estado capitalista, que ha hecho crecer al capitalismo dominicano y ha multiplicado las riquezas de unas cuantas familias y unos cuantos grupos económicos, monopólicos y oligopólicos, en base al sufrimiento y la estrechez económica, social y cultural de millones de asalariados dominicanos.
