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viernes, mayo 3, 2024

Lo aprendido del COVID-19

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Por naturaleza, los seres humanos viven continuamente aprendiendo nuevos conocimientos y habilidades, tras haber vivido u observado una cadena de experiencias, hechos y acontecimientos.

Los procesos de aprendizaje tienen muchas dimensiones. Por ejemplo, los efectos negativos de una pandemia, un fenómeno natural, una crisis económica, un descubrimiento histórico, un conflicto bélico entre varios países, así como pugnas políticas globales, estallidos sociales, entre otros.

Más allá de los evidentes beneficios que se desprenden de las distintas modalidades de aprendizaje, segmentos importantes de los seres humanos se resisten a aprender cosas nuevas, las cuales provocaran determinados cambios en sus respectivas formas de vivir, relacionarse, trabajar, divertirse, comunicarse, etcétera. “Hay gente que se resiste a aprender, no le encuentra sentido al aprendizaje, porque ya están conformes consigo mismos o son muy problemáticos…” (Manuel de Jesús Moguel Liévano, 2020).

¿Por qué la gente se resiste a aprender y a poner en práctica nuevos estilos y formas para convivir actualmente en los ámbitos familiar, laboral, educativo y profesional? ¿Qué ha aprendido la gente desde marzo de 2020, fecha en la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el virus COVID-19 como una pandemia?

La respuesta más oportuna a estas interrogantes, es la que ha dado la actriz y cantante española, Ana Belén: “No tengo esperanza con que esto nos vaya a cambiar. Somos tan burros que no sé si saldremos mejores. La gente que era buena lo seguirá siendo y los imbéciles, hijos de puta e irresponsables, también». (Ana Belén, @el_pais, 2020). La nueva realidad requiere que los ciudadanos del mundo aprendan a ser buenas personas.

Un número significativo de la población mundial, sigue empeñada en desconocer los efectos funestos de la pandemia COVID-19. Este fenómeno de carácter sin precedentes, ha generado cuantiosos daños mundiales. Por ejemplo, disminución drástica de la productividad de bienes y servicios, pérdida masiva de empleos, más de cuatro millones de personas fallecidas, aumentos desorbitantes de los precios de los alimentos, incrementos extraordinarios del transporte marítimo, desplome de los sistemas sanitarios, crecimiento de la deuda externa de los países más pobres, entre otras consecuencias que impactan negativamente la calidad de vida y la estabilidad socioeconómica global.

Es un gravísimo error resistirse al aprendizaje que deja la pandemia COVID-19 a la población mundial. El coronavirus ha mermado la calidad del desarrollo humano. Frente a la nueva realidad que se ha creado, los ciudadanos del mundo deberían asumir nuevos paradigmas para convivir y relacionarse con los demás ecosistemas. Los cambios tendrían que apuntar hacia los siguientes aspectos:

·     Más y mejor apego a las leyes, normas y costumbres.

·     Mayor respeto a los recursos naturales no renovables.

·     Aprender a convivir con los que piensan y actúan de manera distinta.

·     Cuidar las diferentes dimensiones de la vida.

·     Renunciar a la mala práctica de traficar con el talento ajeno.

·     No incurrir en actividades y acciones ilícitas.

·     Vivir con valores y propósitos significativos.

·     Practicar la solidaridad en todo momento, lugar y circunstancia.

·     Siempre predicar con el ejemplo.

·     Vivir desde el ser, y no desde el parecer.

·     Rechazar los mensajes adictivos del marketing.

·     No aprovecharse de la pobreza humana.

·     No emplear el poder de los medios de comunicación para mentirles a las audiencias, así como para dañar la reputación e imagen pública de los demás.

·     Aprender a vivir apegado a los deberes establecidos en los diez mandamientos, los cuales facilitan mejorar la convivencia con Dios, con los demás, conmigo mismo y con el entorno.

Los efectos globales de la pandemia deberían ser el motivo principal para que los ciudadanos del mundo,  especialmente los de República Dominicana, aprendan a ser buenas personas, buenos vecinos, buenos ciudadanos, buenos profesionales, buenos políticos, buenos empresarios. En momentos como los actuales, el comportamiento jamás podrá ser el que han asumido los directivos y ejecutivos de las AFP y las ARS. Entiéndase, tratar a los afiliados del Sistema Dominicano de Seguridad Social con prepotencia, arrogancia, así como con una actitud rentista, inhumana, insolidaria y al margen de los principios éticos y morales.

Es un grave error que los políticos, los empresarios, los trabajadores, los profesionales, los sindicalistas, los religiosos y los ciudadanos dominicanos en general, se resistan a aprender las lesiones derivadas del coronavirus. La nueva realidad hay que asumirla y vivirla desde nuevos paradigmas y perspectivas, debido a que todo ha cambiado.

En el marco de la nueva realidad, es esencial aprender a creer que es posible construir un macroentorno mucho más inclusivo y humano que el actual. En fin, el aprendizaje tiene que centrarse en transformar a los individuos de hoy, en mejores y más seres humanos para el gran reinicio. La pandemia COVID-19 es un fenómeno global que afecta de manera negativa los sistemas sanitarios, el crecimiento y desarrollo de la economía, empuja con fuerza hacia la pobreza, facilita la pérdida masiva de empleos e incrementa el precio para producir alimentos y medicamentos.

¿Por qué resistirse a aprender las lesiones materiales, emocionales, sociales y económicas que está dejando la pandemia COVID-19?

 

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