En complemento de mi artículo anterior publicado en este medio de comunicación, llamó la atención sobre el dramático hecho de que tan pronto como el 22 de este mes, se cumplen dos años de que Rusia invadió con 100,000 soldados a su vecina república de Ucrania después de haberse tomado en 2014 la penínula de Crimea, su península y la ciudad autónoma de Sebastopol.
Ninguna organización internacional reconoció como válidos estos hechos y mucho menos, la invasión a Ucrania que fue protestada en Naciones Unidas en dos ocasiones por 140 Naciones de las 195 que la componen. Una parte se abstuvo y solo 5 la respaldaron. La propia Rusia, Corea del Norte, Eritrea, Nicaragua, Siria, el pupilo Bielo Rusia, y Mali, donde hay soldados rusos, todas ellas gobernadas por dictadores.
La ambición del emperador Putin no parece conformarse con adueñarse del casquete polar y sus recursos minerales y, por tanto, Finlandia, que comparte 1300 kms con Rusia, decidió solicitar ser miembro de la OTAN, en prevención de que tal vez de este modo el poder de esas 31 naciones que la integran, espante un poco el intento de robarse los 338,460 kms de territorio.
Por la misma razón, Suecia adoptó la misma táctica, temerosa de que el emperador quiera extender su dominio robándose también de esa nación, sus 450,295 km2.
En virtud de que la OTAN, tiene como política que una agresión a un país, es una a todos los miembros, no tenemos ninguna seguridad de que la borrachera del dictador se detenga por razones de lógica.
Hitler no la tuvo cuando invadió Rusia y se encontró con el general INVIERNO y 20 millones de soldados en que se convirtió la población rusa de entonces.
Mi temor es que las guerras, ocurren mayormente por la estupidez humana y no me asiste ninguna razón para que yo esté seguro de que Putin actúe con raciocinio.
Si fue capaz de alegrarse de que el deshielo de los polos, le facilite la extracción de los gases para provecho propio, no puedo más que denunciar este atropello a la conciencia de la humanidad.
