Recientes acontecimientos desordenados, promovidos una noche en la Zona Colonial de Santo Domingo, por grupos que quisieron colarse como bohemios, pero que no son ningunos bohemios, han llamado la atención del gran público.
Eran gentes apoderadas de un espíritu hedonista quienes escenificaron hechos reñidos con el orden público. Se comportaron de una manera repulsiva e intolerable. Caótica. Valiéndose de una actividad festiva que ellos entendían podían convertir en una bacanal de ratería.
Las inconductas son intolerables. Con más razón si son protagonizadas en un lugar como el que escogieron los incorregibles: la zona histórica que recoge los cimientos de la ciudad primada de América, hoy declarada Patrimonio de la Humanidad. Orgullo que el país exhibe al rentable turismo internacional.
Es fácil concluir que hechos como el que lamentamos ocurren porque nuestras autoridades policiales, parece que no están en donde deben de estar y con la inteligencia con que deben de estar dotadas. Esos sucesos son hechos que si nuestra Policía estuviera atenta, puede prevenirlo con poco esfuerzo, y evitar que la ciudadanía sea violentada por desaprensivos, como lo fue.
La Zona Colonial de Santo Domingo es un centro cultural para exhibir. Y ha sido habilitado, también, para que la gente se exhiba, lo que no debe llegar al hedonismo desenfrenado.
Talvez, una Policía más avispada, con más inteligencia, hubiera impedido lo ocurrido el domingo pasado, a propósito de la celebración de la fiesta de las brujas o Halloween, que por demás, es una celebración ajena a nuestra cultura primigenia.
No estamos con el desorden, pero tampoco justificamos con que se quiera cerrar la Ciudad Colonial para que sea del uso exclusivo de un sector de la sociedad dominicana, como ocurre ya, con muchas de nuestras playas.
Quienes residen en la Zona Colonial deben de razonar que el lugar es un lugar especial. Y que con frecuencia se convertirá en bullicioso. Como deben tenerlo presente, también, la Policía Nacional, la Policía Turística, y sus núcleos de inteligencia.
Los pronunciamientos de personas y comerciantes que quisieran poner puertas, y levantar un muro como ocurría en época de la Colonia, para convertir nuestra Zona Colonial en un área segregada y exclusivista, no son procedentes.
Esa área de la ciudad ha recibido y sigue recibiendo para su conservación, fondos ingentes, procedentes de organismos internacionales a los que habremos de pagarlos.
El público que ha sido calificado como chusma, también tiene derecho a disfrutar “la Zona”, como la llama ese público degenerado. Pero deben ser sometidos todos ellos a la disciplina pautada por las leyes.
Cuando esas gentes proclaman “vamos para la Zona” y pueblan todo aquello como mariposas noctámbulas, deben ser aceptados allí. A sabiendas de que todos conocemos a lo que van. Y si lo sabemos, podemos prevenirlos a ellos mismos de su propia conducta descarriada. Para algo tenemos autoridades.
Nos oponemos, con todo vigor a cualquier asomo de exclusivismo con la Ciudad Primada de América. Todos tenemos el mismo derecho a ese rincón cultural y festivo. Con regularidad, una zona bohemia, romántica, como la llamaba Joaquín Balaguer.
Todos deben tener derecho, dentro de un orden, a celebrar sus bodas, sus actos religiosos y culturales, sus cumpleaños, sus bebentinas, sus tertulias de cafetería o callejeras, para lo que ha sido preparada “La Zona”.
Pero, sepan, La Zona, no debe ser, ni será, un nuevo barrio Capotillo, cuando ese barrio, entre otros, son tomados por los capos.
Con orden, con el debido respeto a la ley, todos tenemos derecho a disfrutar de ese espacio público, sea pobre o rico, popy, o wawa.
Para impedir desórdenes como los ocurridos el domingo sólo tenemos que tener un cuerpo especializado con destreza para adelantarse preventivamente al caos.
¿Se oye?
Dejémonos de sandeces: “La Zona”, es un espacio para el disfrute de todos, un escape nocturno, pero con orden.
