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lunes, abril 29, 2024

Carlos Alberto Montaner el ave agorera que habla desde Washington con espanto amargo

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Dice este inveterado elemento del desacierto que, lo que despectivamente llama, “el experimento de Petro, en Colombia saldrá rematadamente mal”.

Con su desacertada profecía del fatalismo que siempre desea a los pueblos que le son desafectos, a él y sus  congéneres, Carlos Alberto Montaner, más bien se comporta como un aborto del reluciente proceso que ha empezado a vivir América Latina.

Y no hay que hacer gran esfuerzo para entender el ahogo de esa voz que habla desde las zarzas abandonadas de los jardines frontales de la Casa Blanca, en Washington. Para su infortunado ahogo, Montaner se auxilia de la no menos ahogada voz de un frustrado literato ya mundialmente famoso también por sus desaciertos y fracasos políticos, como lo es Mario Vargas Llosa, de quien en Lima, ya su casa no es verde, en la ciudad murieron todos los perros realengos, y en la catedral, parece que el cura cada vez está más solo, por ver a tantos parroquianos padeciendo el azote de todo el viento y marea que lejano el tiempo, padeció Vargas Llosa.

Montaner a quien no le son suficientes las nacionalidades buscadas desde que renegó de todo lo que de Cuba le servía, está cerca de Vargas Llosa, en Washington y en España, que Dios no quiera le agarre por allá, a ambos, un caloroso momento de los del cambio climático de moda. A ellos, que tantos cambios han vivido. Pero a quienes todo cambio que no es el suyo, les desagrada y combaten con furor.

Sólo hay que admirar sin desear el criterio usual de Montaner, cuando se atreve a afirmar que el más del 60 por ciento de preferencia popular, que es el laurel que está coronando a Petro, tan pronto se instaló en la presidencia colombiana, cree que: “Petro sigue siendo un guerrillero a los ojos endurecidos por la experiencia de la derecha. Muchas personas lo hacen responsable del secuestro de niños, de las violaciones de muchachitas y de varoncitos, de miles de asesinatos, de los desplazamientos de dos o tres millones de campesinos, de destruir una buena parte de la riqueza material de la nación y, últimamente, de haber sido un pésimo gerente de Bogotá, la ciudad que le entregó la alcaldía. El consenso general dice que fue un pésimo alcalde, pero un buen parlamentario”.

La realidad es que Montaner, a quien le queda ya poco de juicio, avejentado en sus vicios derechistas, ya anda decrépito, tratando de asimilar al pueblo colombiano a su propio y consustanciado pus de despatriado.

“Me sorprendería que Petro iniciara un gobierno realmente pro capitalista. Eso sería pedirle peras al olmo”, es el decir de Montaner. Y como Petro es más que un olmo, el colombiano de moda, no está pensando en que el capitalismo es un dios, sino algo de utilidad inmediata, es muy probable que Montaner muera sorprendido por un espanto, y no en un tiempo muy lejano.

 

 

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