Daniel Doroteo de los Santos Betancourt, conocido como Daniel Santos (1916-1992), siempre tuvo fama de parrandero y rebusero. No era para menos, ya que estuvo preso en varios países donde se presentó, por estar involucrado en riñas vinculadas a asuntos de faldas y aguardiente.
Le gustaba el trago, como a muchos artistas de su época, y naturalmente que sentía debilidad por las mujeres.
Una mirada retrospectiva al lugar de su nacimiento, Santurce, nos lleva a la conclusión que ese barrio de San Juan, Puerto Rico, fue cuna de afamados interpretes del bolero.
Artísticamente se inició a la edad de 14 años, cuando en 1930 se unió al Trío Lírico, debutando en el bar Los Chilenos.
Cuando los hilos del destino juegan a tu favor, la fama esta asegurada. Daniel Doroteo pudo pasar por la historia como un aficionado más, pero en 1938 la suerte lo sorprendió en un casino de la ciudad de Manhattan, donde trabajaba. Cantó esa noche la canción “Amor perdido”, de la autoría de su compatriota Pedro Flores, quien para suerte de la legión de fanático de Santos y de él mismo se encontraba en el lugar.
El compositor de “Linda” quedó tan impactado por la interpretación de Santos Betancourt, que lo invitó a formar parte del grupo “El Cuarteto Flores”
Otra circunstancia favorable en la vida de El Inquieto Anacobero fue la instauración del Servicio Militar Obligatorio en Puerto Rico.
Fruto de esa experiencia, que resulta un retrato casi fiel de lo ocurrido a Daniel, Flores escribió la canción “Despedida”, con la que El Viajero Mundial obtuvo un éxito rotundo y además causó gran revuelo en Puerto Rico, hasta el punto de ser prohibida en la radio.
Ya hemos dicho en anteriores entregas, que Daniel Santos formó parte de la Sonora Matancera y que a su salida de ese afamado grupo cubano fue sustituido por Nelson Pinedo.
Los discos de Daniel Santos se hicieron tan famosos en la década del 60 en el Caribe y Latinoamérica, que tanto a él como al cubano Orlando Contreras el público los bautizó como “Los jefes”.
Daniel Santos fue dueño de una amplia y variada discografía, que incluía boleros, guarachas, guajira y salsa.
En esta ocasión quiero recomendar la colaboración Daniel Santos y Julio Jaramillo (1935-1978), titulada “En la cantina”, donde El Inquieto Anacobero no oculta su debilidad por el aguardiente y el ecuatoriano su sobriedad y calidad al cantar. Un disco de canciones cuyo tinte es el amargue, el despecho, el desamor, sazonado con el alcohol, compañero inseparable en noches de cuitas de cualquier mortal.
Julio Alfredo Jaramillo Laurido fue un cantante y compositor ecuatoriano apodado con justeza como “El ruiseñor de América” por su excelente registro vocal.
Jaramillo ganó fama en numerosos países de Sudamérica y el Caribe por sus excelentes interpretaciones de boleros, vals, pasillos, tangos y rancheras.
Particularmente, en mis inicios no era muy afecto a Julio Jaramillo hasta que, por la insistencia de un amigo, me dispuse a oírlo con atención y quedé embrujado con su dulce voz de tenor.
Murió de un paro cardiaco con a penas 43 años, pero fue muy prolífero a la hora de engendrar, ya que el propio Jaramillo reconoció tener 27 hijos.
Canciones como “Nuestro juramento”, “Ódiame”, “Niégalo todo”, “Cuando llora mi guitarra”, “Rondando tu esquina” y “No toque ese vals” se hicieron muy populares en el país. Su imagen de cantante está vinculada a la guitarra, la que tocaba muy bien.
Pero, basta de parloteo, en esta tarde lluviosa les presento a El ruiseñor de América y al Inquieto Anacobero compartiendo en una cantina cualquiera del recuerdo, deleitándonos con sus sentidas canciones de cabaret. Las puertas están abiertas, pueden entrar a La cantina, donde nos esperan Daniel Santos con su inigualable bigote y Julio Jaramillo con su porte sobrio. Estoy seguro que, además de disfrutar de sus canciones, se divertirán con las ocurrencias del lugar. Les advierto que será una cita hasta la amanezca.
El autor es periodista, novelista, cuentista y poeta
