Difícil es saber y mucho menos entender las motivaciones de algunos cantantes a la hora de escoger su nombre artístico, en ciertos casos ese nuevo bautizo que lo acompañará a la tumba. A veces interviene el azar, en otros casos son el resultado de la combinación de nombres y apellidos del propio artista. Algunos se inclinan por la escogencia de nombres que resultan sonoros, pegajosos y fácil de pegarse y otros prefieren combinar el nombre y el apellido de dos artistas que admiran.
El caso más evidente es el de Emmanuel González González, conocido en el ambiente merenguero como Benny Sadel, fallecido hace algunos años. Este nombre artístico es una combinación de Benny Moré y Alfredo Sadel, el primero cubano, conocido como el Bárbaro del Ritmo, y el otro venezolano, identificado como El Tenor Favorito de Venezuela.
En una tertulia literaria celebrada en Haina, en la que participó el fenecido poeta Víctor Villegas,Rafael Peralta Romero, Oscar Peña y quien suscribe este artículo, se presentó un joven que tenías aspiraciones de cantante y recuerdo que cuando concluyó la canción dijo: ¡ha nacido Tano Marcos! Todos miramos asombrados al joven cantante y le preguntamos a que se debía la escogencia de ese seudónimo tan difícil de manejar, tan pesado, cuando bien podía utilizar su nombre de pila, que ahora no me viene a la memoria. Este es un claro ejemplo de lo veleidoso que es la escogencia de un nombre artístico.
Lo mismo me pregunté a la hora de escribir sobre esta artista que me ocupa esta semana. Qué motivó a Ana Nora Escobar a escoger el nombre artístico de Monna Bell, la chilena nacida en 1938 y fallecida en 2008. Supongo que el nombre de Ana Nora tiene poco de artístico y ella se vio obligada a recurrir a un seudónimo.
Antes de comenzar a escribir esta entrega semanal, pensaba que la canción más exitosa de Monna Bell era “La playa”, que es mi preferida, pero resulta que no, que fue “El telegrama”.
Con esta canción esta artista de voz dulce, suave y cautivadora, ganó todos los premios en el Festival Internacional de la Canción de Benidorm, en Alicante, España, en 1959.
A partir de este momento “El telegrama”, canción compuesta por los hermanos Gregorio y Alfredo García Segura, habría de convertirse en un sonado éxito internacional en Europa y América Latina y ella en una gran artista de la época, que habrá de perdurar por siempre.
“La montaña”, que es un suave murmullo, acompañado de una gran orquestación, fue uno de los boleros interpretado por Monna Bell preferido por el mexicano Juan Gabriel (Alberto Aguilera Valadez, 1950-2016), hasta el punto de tratar de rescatarla del olvido, invitándola a sus presentaciones en Estados Unidos y América Latina.
Lo cierto es que, desde su adolescencia, su voz y estilo han cautivado a una generación de melómanos, de amantes del bolero y la balada. Aquí en la República Dominicana tuvo hasta imitadora, cuyo nombre no vale la pena mencionar para no reactivar una vieja polémica.
Esta chilena era reconocida en los grandes escenarios por cantar baladas románticas al estilo de jazz y blues, algo difícil de encontrar en los artistas de habla hispana.
Monna Bell participó entre 1962 y 1964 en tres películas mexicanas: “Las recién casadas” (1962), “Los secretos del sexo débil” (1962) y “Buenas noches año nuevo” (1964).
Estuvo casada con Alex Philips Jr., con quien procreó dos hijos.
Existe el rumor de que un veto de Televisa impidió la reactivación de su carrera artística en la década del 70, a pesar de haber ganado el Festival Mundial de la Onda Nueva de Caracas en 1973 con la canción “Deshojada”, del relanzamiento de su icónica canción “El telegrama” y de los esfuerzos de Juan Gabriel.
La discografía de Monna Bell, ideal para escuchar en cualquier momento, incluye “Enamórate”, “Recuerdos de Ipacaraí”, “Tu sabes”, la canción que popularizara Lía Tuzent, “Aún te sigo amando”, “De repente”, “Cuándo, cuándo, cúando” y “Tómbola”, entre otras.
