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viernes, mayo 3, 2024

Melómano: La chica sin nombre que me dejó en la memoria y en el gusto a Raphael de España

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El escritor sostiene una lucha permanente, tenaz, titánica, con la memoria, que ciertamente es veleidosa. El texto literario, a mi humilde modo de ver, es una mescolanza de las vivencias que uno recuerda, lo que imagina y lo que el autor leer.

Es natural que uno no recuerde algunos episodios pasados, pero cuando se requiere incorporarlo a un escrito, como sucede ahora, resulta mortificante no poder hacerlo, porque falla la memoria.

En la calle donde está ubicada la escuela Manuel Ubaldo Gómez en Jarabacoa, donde hice mis estudios intermedios (ha llovido bastante), vivía una compañera, muy hermosa, por cierto, como la mayoría de las mujeres de mi pueblo, cuyo nombre he intentado recordar por mucho tiempo.

El detalle es que aquella chica, que vivía cerca de la que creo fue la primera heladería con local formal que se fundó en Jarabacoa, admiraba tanto a Miguel Rafael Martos Sánchez, quien artísticamente se hace llamar Raphael de España, que por un tiempo llevó el mismo corte de pelo que “El Ibérico”.

Esto la convirtió en la primera mujer que vi en mi vida pelada “a lo macho”, como se dice popularmente. Recuerdo su pelo corto, sedoso, negro y brilloso y que también ella hacía mímicas con las canciones de Raphael en las actividades de la escuela. Imitaba los gestos y el histrionismo del Divo de Linares, con una pasión propia de aquellos que siente una gran admiración y devoción por alguien. Por suerte que, en esa época, como éramos muy jóvenes e ingenuos, no teníamos los prejuicios de hoy en día y muchos niños, incluyéndome, suspirábamos por ella, sin sospechar que a lo mejor prefería a alguien del mismo sexo, a juzgar por su estilo de vida. O tal vez adoptó el personaje de Raphael por mera admiración y no por un asunto de inclinación sexual. Sabrá Dios, porque no recuerdo su nombre y mucho menos sé qué pasó con ella en el trajinar de la vida, dónde la llevó el destino.

Raphael Martos se convirtió en un artista obligado en aquellos emotivos años de la escuela intermedia, por obra y gracia de aquella chica, cuyo nombre lamentablemente no recuerdo.

Cuando empecé a conformar mi discoteca en esa época donde no existía la facilidad de las plataformas de streaming volví mi mirada hacia Raphael, que es uno de los bolerista o baladista que admiro y a quien considero como un verdadero artista. Muchos son cantantes, buenos, por cierto, por la calidad de su voz, pero pocos son artistas, leyendas, como este español que por tanto tiempo nos ha deleitado con sus emblemáticas canciones. Solo hay que ver su interpretación en vivo de la canción frente al espejo o “Balada triste de trompeta”, donde muy juicio demuestra que es de los pocos artistas capaces de desafiar este instrumento musical y de permanecer en el tiempo.

Raphael Martos nació el 5 de mayo de 1945, en Linares, España, y empezó a ser conocido como estrella del canto en la década de 1960. El mismo ha confesado que Pedro Infante (1917-1957), Elvis Presley (1935-1977) y “El Gorrión de Paris”, Edith Piaf (Édith Giovanna Gassion, 1915-1963) y el “Morocho del Abasto”, Carlos Gardel (1890-1935) influenciaron su manera peculiar de cantar.

Raphael representó a España en el Festival de Eurovisión, donde ocupó las posiciones 6 y 7 al interpretar las canciones “Yo soy aquel” y “Hablemos del amor”. Actuó frente a más de 48 mil personas en la Madison Square Garden, en Nueva York, el escenario de los grandes.

El Ibérico Raphael ha vendido más de más de 50 millones de discos durante su larga carrera artística.

Después de tantos años en los escenarios, este artista español, que además es actor, sigue como “el primer guandul”, renovado en su canto e histrionismo. Difícil es mencionar sus éxitos, porque cada una de las canciones han ocupado los primeros lugares en el gusto popular. “Yo soy aquel”, “Mi gran noche”, Que sabe nadie”,” Desde aquel día”, “Que tal te vas sin mí”, “Estuve enamorado”, entre otros, son baladas imperdibles en el repertorio de Raphael.

Como es natural, los años han ido transformando físicamente a Raphael de España, pero su voz conserva esa potencia y lozanía, ese histrionismo sosegado en el escenario, que lo han hecho uno de los artistas preferidos de los dominicanos.

Ahora, con el pasar de los años, ni siquiera puedo distinguir el lugar exacto donde vivía la chica que con tanta gracia imitaba al gran cantante español y como dije, tampoco su nombre, pero ella me ha dejado un grato recuerdo de aquellos años felices y en la memoria las canciones de Raphael, un artista que nunca falta en los viernes bohemios.

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