El arte contemporáneo es una forma de anti-arte que implica la expansión de los materiales y apertura a variados procesos de creación del producto artístico, a lo que se suma decadencia en la técnica y disposición hacia lo efímero. Cambios profundos en el mundo del arte se manifiestan a partir de 1917, cuando el artista francés Marcel Duchamp (1887-1968) subvierte definitivamente las convenciones que ya venían desmoronándose desde la aparición del impresionismo y el salon des refusés, con la presentación de “Fuente”. (“Fontaine”, escultura, 63 × 48 × 35 cm., 1917, original extraviado).
En ese momento el panorama cambia radicalmente, el significado del arte se desborda y toda creación humana se convierte en una posibilidad expresiva. La idea trasciende todo y es más importante que la técnica, o el material. Este solo importa si es parte del discurso reflexivo de la pieza. La materialidad debe aportar sentido y es parte de la dialéctica. Los métodos de creación se expanden. Germina la semilla plantada por Duchamp y se propaga al menos diez generaciones de artistas. Los nuevos conceptos del arte y los parámetros introducidos en las corrientes modernas se adaptaron a ese presente, se comprendieron y asimilaron como parte de la historia del arte contemporáneo. No hay vuelta atrás.
Si vemos en perspectiva la alucinante trayectoria de las ideas vanguardistas, podríamos entender ampliamente el arte contemporáneo, tal y como es hoy, vivo, transformado, impetuoso, atrevido. El arte hoy en día no le teme a nada. Ya murió. Sucumbió dando paso al cubismo, dadaísmo, surrealismo, fluxus, arte povera, neodada, pop-art, accionismo vienés y toda la radicalización presente a finales del siglo xx. A partir de este momento todo es admisible y admitido. La ecuación del arte suma todas las posibilidades. Nos referimos al uso de materiales industriales, ciencia, tecnología, los mass media, e incluso la calle, dando al arte público una nueva dimensión.
Todo empieza en el principio del siglo xx con los cubistas y su necesidad de expandir la pintura hacia nuevos términos. Nace el collage, abriendo la puerta a objetos, materiales y sustancias que en principio no tendrían nada que ver con el arte. De ahí, el ready-made, el objet trouvé, objets assistés, obtecs desagréables… y el Nouveau Réalisme de 1960, cuando se firma un manifiesto con el crítico de arte Pierre Restany, quien pone toda su atención en el arte que incorpora la realidad a la obra y en el desarrollo de la instalación, el land-art y el décollage. Los materiales ya no son nobles como madrera o piedra, sino que se recurre a materiales de construcción, cemento, hierro y plástico.
Los críticos de arte se enfrentan a una nueva problemática con respecto a la escultura y la necesidad de una nueva taxonomía para clasificar las obras de arte. Las formas tradicionales de arte: dibujo, pintura, escultura, grabado, quedan cortas para definir el nuevo arte contemporáneo; considerando “contemporáneo” una situación temporal que se refiere al arte de finales de siglo, hasta que estalla con el Y2K, y que ya está llegando a su final.
Desde entonces, los artistas se han dedicado a traducir lo que sucede en el mundo bajo la narrativa de las preocupaciones que les atañen a ellos, buscando ser originales a través de la dialéctica, simbología y semiótica propia y usando materiales inusuales, disponibles en el entorno y que representan la contemporaneidad. Y bien, los artistas encontraron nuevas preocupaciones sociales y un material insospechado: la basura.
Este planeta se llena de desperdicios: islas de basura en el Océano Pacífico, montañas de porquería en grandes ciudades de Latinoamérica y montones de restos de todo tipo en las playas del Caribe. Diariamente cada uno de nosotros en promedio tira una libra y media de desechos, lo cual se traduce en toneladas de basura que, sin muchos miramientos, terminan en algún lugar. Artista de todas partes bregan con esta situación, trabajando desde la basura, sobre la basura o con la basura.
El uso de desechos y objetos encontrados se ha visto en la historia del arte, sin ser una cuestión que acoja un discurso medioambiente, ni mucho menos. El tratamiento estético de la basura para hablar de basura la han hecho artistas ya entrado el siglo xxi, como Thomas Deininger (1950-2022), cuyas esculturas son realizadas con objetos tomados del basurero, desde un punto de vista se ven híper-realistas; Bernard Prass (1952), convierte la basura en imágenes de obras de pintura icónicas de la historia del arte; Vik Muniz (1961), artista de grafiti que ha desarrollado un trabajo fotográfico en los grandes basureros de Rio de Janeiro; Bordalo II (1987), también artista del street-art, que con trastos realiza murales enormes que ilustran la fauna amenazada por la degradación de los ecosistemas.
En la escena local, Silvano Lora (1931-2003), Soucy de Pellerano (1928-2014) y Tony Capellán (1955-2017) han sido los mayores representantes de esta forma de hacer arte, con una extensa producción creativa en la que utilizaron objetos hallados en basureros y en las playas de la capital.
Actualmente, otros artistas continúan este legado, como Cayuco (1966), Luís Rivas (1964), Limber Vilorio (1974), Luis Arias (1964), Nelson Barrera (1968) y Marcelo Ferder (1958). Este último, de origen argentino, residente por 30 años en la República Dominicana. Desde finales de los 90’s realiza proyectos sociales en comunidades rurales del país y espacios marginados, bajo el auspicio de instituciones públicas y colegios privados, trabajando con cemento y desechos sólidos de plástico, para crear murales, promoviendo la cultura e involucrando la comunidad.
Ferder reconoce que a través de sus murales no está ni cerca de rescatar al mundo, pero cree que estas acciones son un efectivo llamado de atención al consumismo descontrolado. El compromiso gira en torno a lograr que el espectador sea consciente de los daños medioambientales que causan productos desechados y encontrar materiales amigables y maneras de envasar sostenibles, con la capacidad de descomponerse sin afectar el hábitats de la fauna y flora en donde finaliza su vida útil.
Esta forma de usar los desechos rescatados es llamada suprabreciclaje, porque el objeto se convierte en un fetiche y su valor permuta. Se convierte en un objeto diferente, cambia su función y toda la semiótica a su alrededor se resignifica. Ferder es un artista conceptual, ferviente admirador de Duchamp, con una marcada influencia de Silvano Lora, Soucy de Pellerano, Tony Capellán, y del artista cubano Antuán (1972). Utiliza objetos olvidados, ignorados, destruidos y subvalorados para consolidar sus ideas satíricas. Introduce conceptos heterogéneos sobre la identidad dominicana, lo criollo, el espíritu del pueblo, tanto rural como urbano.
El trasch-art, junk-art, garbage-art, arte-reciclado y suprabreciclado son formas de expresión que demuestran que el arte es un espejo de nuestro tiempo. Ante el abrumador exceso de excedentes, descartes, desperdicios, restos, la idea de rescatar el mundo, resulta provocadora y excitante para los artistas. Encontraremos cada vez más artistas que trabajen este tema, y se valgan de este material cotidiano.
Para conocer más sobre esta forma de expresión pueden visitar la exposición de Marcelo Ferder EN CONCRETO, en el Museo de las Casas Reales, desde el 14 de marzo hasta el 30 de abril del 2014, de martes a domingo de 10:00 a.m. a 6:00 p.m.
El gobierno debe poner el transporte gratis para que dlos tapones se reducen a los más mínimos?
Excelente aporte. Nuestra cultura visual y consciencia social se manifiesta directamente en esta expresión artística, siendo fuente de grandes ideas contemporáneas.