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sábado, mayo 11, 2024

Ese político cortaba pelos en el aire

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El presidente Luis Abinader salió del Palacio Nacional y se estacionó en el local del Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD), herencia política de Hatuey De Camps, aquel dirigente ya ido, para refrescar en la memoria pública su presencia. Abinader aprovechó para pronunciar unas palabras dirigidas a la figura del Hatuey, de quien agradeció las enseñanzas del político, que sí dejó enseñanzas en su ejercicio político.

Un día antes, un amigo de la plataforma de gobierno de Abinader, me había adelantado en el Palacio Nacional, que habría un acto sustentado por el gobierno, para recordar a aquel hombre de la socialdemocracia perredeísta a quien cualquier polemista le temía, ya que cortaba pelos en el aire.

Hatuey, amigo de los amigos, fundador de su herencia el PRSD, no pudo salir airoso de su última batalla, enfrentado a sus 69 años de edad, a la terrible enfermedad de un cáncer. Se marchó su cuerpo material, el 26 de agosto del 2016, más no su espíritu de lucha.

El mérito que tiene el acto encabezado por Abinader, al recordar con el oficio religioso de una misa, a su compañero de luchas, mientras militaron en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), es inmenso.

Porque de los muertos nadie se acuerda, dice la expresión generalizada, pero Hatuey no murió en su totalidad. Permanece en el local del PRSD como lo que era: un verdadero toro encabritado de la política nacional.

Vibra su personalidad en el corazón de su descendencia, sus hijos hoy en funciones de público servicio, de sus nietos, de sus viudas. Vibra en los afectos como dirigente político que supo insuflarles a sus colaboradores, sin renunciar a su temperamento característico de no simular ante sus adversarios de lucha. Nunca lo hizo. Desde los tiempos de su presidencia en la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), hasta la presidencia del PRD, de donde descendió por propia voluntad por no renunciar a sus principios que eran los mismos de su paradigma, el doctor José Francisco Peña Gómez, de quien, mientras vida tuvo, enarboló sus ilusiones del ejercicio de una política partidaria decente y honesta. Díganmelo a mí, que lo conocí de cerca.

Que sí lo tuve bien cerca y sentí sus afectos protectores de lo que él entendía eran virtudes en el ejercicio del periodismo. No olvidaré nunca lo que me enseñó y publicitó: Juan Manuel, si tiene que comer piedras, piedras come, pero no se dobla, jamás.

Gracias a tu memoria, Hatuey. El Presidente y tus familias y funcionarios del gobierno, honraron tu memoria, donde tenían que honrarla: en el mundo político tan convulsionado. En el local de tu Partido del toro prieto. El toro indómito que siempre se reconoció en ti. Memoria eterna para quien la merece.

2 COMENTARIOS

  1. Me complace esa semblanza del apreciado Hatuey, «un verdadero toro encabritado de la política dominicana», como afirma Juan Manuel.

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