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lunes, abril 29, 2024

¡El Niño Jesús!

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La tierna edad de la primera infancia, antes de los seis años, se agotaba, en el barrio Pueblo Nuevo, en Santiago. Cuando las calles del barrio eran todavía de tierra y sin contenes.

Pueblo Nuevo era como una zona de tolerancia, con una vellonera en cada esquina.

La escuela pública Peña y Reynoso estaba alojada, allá, en el mismo sitio en que está, hoy, en una esquina de la avenida María Martínez de Trujillo, hoy Hermanas Mirabal.

Todavía, el Jefe Rafael Trujillo, en algunos recorridos, hacía reducir la velocidad del automóvil negro en que lo llevaban, para observar a los muchachitos vestidos de kakis, camisitas mangas largas, chalina negra y gorro militar, todos en filas gritando en la acera: ¡Viva papá Trujillo!

Así, era la primera infancia en el barrio Pueblo Nuevo, en Santiago.

A fin de año, sin embargo, se borraba todo eso, y el sueño de esos mismos inocentes primores de la primera edad, tensos sus cuerpecitos, soñaban con la llegada de la noche del 24 de diciembre.

Esa noche, cada año, había que acostarse temprano.

Esa noche, ponía el Niño Jesús.

Quisiesen o no, los adultos, a la clara, reservaban una tercia de Ron Palo Viejo, de Tavárez o Bermúdez, un túbano de tabaco fabricado en Las Lagunas, de Villa González, para colocarlo en paquete con las yerbas reunidas por los pequeños. Y el paquete, esa noche, era colocado debajo de la cama.

El 25 de diciembre, ya había nacido el Niño Jesús. Había que despertarse bien temprano, obscuro, todavía, para escarbar debajo de la cama y encontrar allí, no el tabaco y la chata de ron, sino los juguetes que en la noche había dejado allí, el Niño Jesús, a cambio del túbano, la chata y el manojo de yerbas. Todos sabían que el túbano y la chata no la consumiría el Niño Jesús…

Y esa es la tradición, parte de una cultura religiosa y pagana, a la vez, traída en las tres naos por Colón y sus secuaces que, en esos mismos días de diciembre, construyeron nada menos que un fuerte militar que hoy se recuerda como el Fuerte de la Navidad.

Quitarle eso a los pueblos es una tontería. No se lo dejarán quitar.

Ahora, no es en las calles polvorientas de Pueblo Nuevo, sino en Times Square con Quinta Avenida, donde brillan las luces a la memoria del nacimiento del Niño Jesús.

Hay cosas a las que los pueblos no renuncian ¡nunca! Una de ellas guardar memoria del día del Nacimiento del Niño Jesús, cada 24 de diciembre. Entre tabaco y ron y un manojo de yerbas.

A cambio, tal vez, de encontrar debajo de la cama, un juguete que embulle a los inocentes.

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