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sábado, abril 27, 2024

Desafío iberoamericano en casa

Aterrizar las propuestas con ideas que ruboricen y estremezcan por su novedad y posible efectividad.

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Las Cumbres Iberoamericanas, un evento anual que junta a 22 jefes de estado y de gobierno de America Latina, España y Portugal, han tenido escasos y etéreos resultados. Desde sus inicios en el 1991 se critican como reuniones vacuas cuyo valor se limita a los intercambios presenciales entre los mandatarios porque los proyectos prohijados no se han trocado en grandes realizaciones de desarrollo en los países participantes. En vista de que en el 2022 la RD será la sede de la próxima Cumbre y ya que el país anfitrión pone el tema central de la agenda, conviene pensar en cómo hacerla verdaderamente efectiva y trascendente.

La historia reclama que esa próxima cumbre produzca una huella sin precedentes. Al ser nuestro país el lugar donde “todo comenzó” con la llegada de los europeos a nuestras costas y donde el Sermón de Adviento plantó en el continente la semilla de la justicia social procede que cualquier propuesta que emane del evento se enmarque en la perspectiva de los más de 500 años que han transcurrido desde entonces. Se impone que las propuestas persigan un salto significativo en el desarrollo de las naciones, de mayor envergadura e impacto del que se ha logrado hasta ahora. Para ello es necesario pensar fuera del cajón y concebir propuestas audaces y creativas.

Para ello no debe descartarse la celebración de un concurso entre pensadores. Pero aquí basta con perfilar tres que pudieran inspirar a las autoridades a seleccionar lo más apropiado. La primera buscaría concretizar los mecanismos mediante los cuales se podría lograr el “fondo de recuperación” pospandemia que propuso el presidente Abinader en la recién finalizada Cumbre de Andorra. La propuesta tiene sentido y es oportuna, ya que la pandemia ha dejado en ascuas las finanzas públicas de la subregión americana. Con apoyo de España ya se ha convocado para el 24 de mayo una reunión de ministros de Hacienda en nuestro país con esos fines. El reclamo será por capitales para inversion publica que diluyan la presión generada por los costos de la pandemia.

Habrá que esperar la reacción de grupos tales como el G-8 y el G-20, además de agencias multilaterales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, para saber si esas fuentes contribuirán con los fondos requeridos. Hasta ahora los países ricos se han limitado a conceder moras en el pago de su deuda bilateral a los países más pobres del mundo, además de aumentar la disponibilidad de fondos del Fondo para auxiliarlos. Pero al ser la mayoría de los países latinoamericanos de mediano desarrollo, la propuesta dominicana seria que las agencias multilaterales compren un 25% de la deuda externa con fuentes privadas y concedan a los países términos concesionales en las tasas y los plazos. Los países ricos, por supuesto, tendrían que viabilizar esa concesión como muestra de solidaridad.

Existe ya un ambiente para eso. Tres recientes pronunciamientos dan credibilidad –sino viabilidad—a la propuesta. El primero fue el llamado del FMI para establecer un impuesto temporal a las rentas altas y los patrimonios para sufragar la crisis. Talvez porque la pandemia ha incrementado groseramente las fortunas de los billonarios, EEUU por su lado propone un impuesto temporal mínimo a las multinacionales para “asegurarse de que los gobiernos tengan sistemas fiscales estables que generen ingresos suficientes para invertir en bienes públicos esenciales”. Y tambien la CEPAL acaba de proponer un impuesto temporal a los negocios que se mantuvieron operando durante la pandemia y generaron riqueza. Mientras se espera la materialización de estos esquemas son las multilaterales las llamadas a ofrecer inmediato socorro.

Una segunda agenda alternativa enfocaría el desafío de la desigualdad en la región mas desigual del mundo. Según importantes analistas, “la gran deuda histórica de los gobiernos latinoamericanos ha sido no haber impulsado reformas tributarias progresivas que ayuden a reducir la persistente desigualdad que caracteriza a nuestras democracias.” El tema es particularmente relevante porque fueron los europeos quienes agudizaron a su llegada la poca desigualdad existente en el continente con la subyugación de los indígenas y la importación de esclavos africanos. La propuesta dominicana en este sentido buscaría que los poderes imperiales que se beneficiaron de las riquezas del Nuevo Mundo –y principalmente España, Portugal, Francia e Inglaterra—se comprometan a apoyar una agenda de intervenciones dirigidas a promover la movilidad social y a reducir sustancialmente la pobreza en el continente.

Ese apoyo se enfocaría en la aplicación de políticas en los países latinoamericanos que se concentren

en la meta de reducir la desigualdad y propiciar la movilidad social. En este caso los países de comprometerían a montar una campaña sistemática de búsqueda de las alternativas de política pública que persigan ese objetivo. Para ello se montarían programas especiales que, monitoreados anualmente, permitan medir la efectividad de las políticas adoptadas en relación con la desigualdad. No se permitiría que cada país deje la tarea al laissez faire del mercado. Lo nuevo sería la determinación de reducir al máximo la desigualdad con intervenciones deliberadas en que los sectores público y privado alineen sus objetivos con ese propósito.

No es deseable eliminar la desigualdad por completo, pero si limitarla a un nivel socialmente justo. Las políticas de movilidad social no se limitarán a las disposiciones redistributivas de los sistemas impositivos ni a los subsidios y donativos a los pobres. Deberán buscarse alternativas tales como el ingreso básico universal y la participación obligada de la responsabilidad social corporativa. (Finlandia mejoró la calidad de su educación con la abolición de las escuelas privadas.) El reto es el de descubrir intervenciones nuevas que no sean solo las que permiten el sistema impositivo y la filantropía empresarial. Y lo ideal sería que fueran políticas estandarizadas para todos los países, cuya medición periódica de resultados haría menos insulsa la agenda de las cumbres.

El tercer tema alternativo sería el desarrollo económico, político y social de Haiti. Siendo el país más pobre del hemisferio, les toca a sus vecinos latinoamericanos mostrar una especial solidaridad a fin de que se estabilice su sistema político y se dinamice su economía. Si bien es difícil que se pueda arrimar el hombro con el suministro de capitales, los latinoamericanos pueden unificar esfuerzos para que las agencias multilaterales dediquen mayor atención y recursos a los proyectos de desarrollo de nuestro país vecino. La cumbre puede ordenar a sus representantes ante estas agencias que realicen un esfuerzo especial para encontrar vías de como ayudar a Haiti con prestamos concesionales y experticia gerencial para los proyectos.

La otra responsabilidad moral de ejercen la solidaridad en el caso de Haiti la tienen los países ricos que han tenido fuertes vínculos históricos con Haiti. Además de España y Francia, en nuestro continente figuran EEUU y Canadá. A ellos la próxima cumbre deberá cursarle un emplazamiento firme para que ayuden a nuestro vecino con una mayor cooperación técnica y recursos financieros que apoyen un gran programa de desarrollo de infraestructura y de reforestación, preferiblemente asignando una tarea específica a cada país. Una manera de financiar tales participaciones es si estos países aceptaran que el servicio de la deuda bilateral de Haiti y la Republica Dominicana se destine a ese financiamiento.

No cabe duda de que nuestro país tendrá una oportunidad de ejercer un liderazgo histórico haciendo que la próxima Cumbre Iberoamericana prescinda de la retórica hueca de la esperanza que sale se los rimbombantes discursos y posturas. Cualquiera de las tres opciones presentadas más arriba podría servir el propósito, pero será siempre necesario aterrizar las propuestas con ideas que ruboricen y estremezcan por su novedad y posible efectividad. El fecundo útero de la imaginación nacional queda aquí retado a producirlas

 

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