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viernes, mayo 3, 2024

Cuando la mezquindad humana pretende vencer a la muerte. Pablo Milanés presente

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Todos estamos en turno ante la oscura barca de Caronte.

Lo imprevisible, lo inexorable con esa señora de guadaña andante cual brillo y filo de Hades, a todos nos espera, incluye al señor que ironiza al final de su texto, pretendiendo irrespeto a alguien que vivo, le hubiera respondido con tino y valor, ante la pretendida afrenta post mortem.

Dentro del marco de las libertades ejercidas, por unos y otros, el respeto en el uso del nombre de alguien fallecido, va de suyo, si hay prudencia y un poco de humanidad, porque los muertos no pueden defenderse: lo hacemos por ellos, los que vivimos y si sabemos respetar memoria y personalidad.

Una cosa es informar de un acontecimiento sobre  derecho de autor, sus ribetes legales, sus cronologías y plazos y otra es la pretendida burla en un fraseo no feliz, en juego de palabra que falsea el contenido de una canción reverenciada, Para Vivir, por su contenido y drama, por su testimonio hondo del amor roto y acongojado.

Si ha sido una broma, garantizo que ha sido de mal gusto, en un momento de recogimiento y dolor por la desaparición de Pablo Milanés…

Todos estamos en turno ante la gris vela de la Barca de Caronte, toda mofa o diatriba, indolente e irrespetuosa contra los muertos, se devuelve al terreno mismo, de quien se ha pasado el límite, de modo voluntario o involuntario, con un disfraz de simpleza lamentable, indigno…

Los muertos no se tocan, se respetan, porque, aunque no pueden defenderse: siempre habrá quien los defienda: el que no defiende sus muertos, de amarga y humillante cobardía peca y le queda la impronta triste de un mequetrefe. (CFE)

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