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viernes, mayo 17, 2024

Leonel Fernández tendrá nuevas derrotas y fracasos, mientras Danilo exista

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El más veterano de los políticos, tres veces Presidente, experimentado desertor ante las dificultades reales, acude a su inventiva en busca de justificación, tras su fracaso, al no ofrecer absolutamente nada a los munícipes que lo rechazan en comicios abiertos.

Que Fernández es un prestidigitador del discurso es indudable. Pero, tal vez, el caso de Fernández, al día de hoy, podría poner en evidencia que el verbo, no hace al líder para siempre. ¿O Fernández y sus huestes buscan algo más allá de la simple crítica y condena?

Fernández suele creer, sólo en su propio parecer. En su propio raciocinio. Y a pensar que todos le creen.

Está acostumbrado a eso, desde que a la sombra de su padrastro Juan Bosch, fue empujado a su temprano ascenso.

Tal vez, la razón fundamental de sus diferencias con su contendor de siempre, Danilo Medina, no tienen nada de ideología, ni son doctrinarias.

Se encierra, irremisiblemente, en la narrativa confesa del mismo Medina quien le enrostró con amargura: “A mí, nadie me ha regalado nada”.

Mientras Fernández no esconde nunca que, a él, Bosch se lo dio todo, incluido el mismo traspaso del Poder al que estuvo aferrado Joaquín Balaguer, como un terco creyente de que era insustituible.

Sin muchos calificativos, lo que está a la vista no necesita explicación: al doctor Leonel Fernández, su última exposición en los medios de comunicación, para enjuiciar los resultados de las, para él catastróficas elecciones municipales recientes, del 18 de febrero, lo proyecta como un hombre incompetente, aniquilado.

Él mismo se ha encargado de su marginación política. Hoy es un hombre persistente, pero impotente en su interés. El no suele darse cuenta cuando está siendo víctima de un acorralamiento, ni de la imposibilidad de romper el cerco de una fuerza superior a sus capacidades.

Fernández en su imagen misma ante el público luce su persistencia de siempre, aunque sepa que ésta le es inútil. Y no se da cuenta de que la misma imagen que proyecta su figura habla antes que su verbo.

Se empecina Fernández en difundir lo que él cree que nadie sabe: que no es el Poder a quien tiene en contra, sino a su eterno adversario que le estruja, una vez más, en la cara. Que no es su amigo; que con él no puede buscar nunca una alianza que no sea más que una “alianza rara”, que se la estrujará en la cara para avergonzarlo.

“No hay mayo sin febrero…, las elecciones de febrero son importantes, pero no determinantes…, yo tengo dos millones de seguidores inscriptos”. Pero no fueron a votar entretenido por la influencia del Poder.

En datos oficiales se confirma que votaron 3,775,587.96,505 (electores debidamente registrados), más que en el 2020. El Padrón total es de 8,105,000, sin los 870,000 ausentes por vivir en el exterior; eso da un padrón real de 7,200,000. De los que votó un 52.46 %.

¿Su gente no votó porque se lo impidieron? El Gobierno de Abinader, desde el Estado, implementó una estrategia para provocar la abstención, en perjuicio de la oposición, y de su partido Fuerza del Pueblo (FUP). Está vigente, según Fernández, una extensión de la entrega del bono navideño; la entrega de un bono escolar en febrero; la adjudicación “indiscriminada de tarjetas Supérate”; la entrega de electrodomésticos, dispositivos electrónicos para la conexión con el “Telecable”, las pensiones especiales, así como de otras ayudas sociales. “El día de las elecciones se visitaron hogares, se instalaron centros de compras de cédulas en los alrededores de los colegios electorales; y hasta se ejerció “presión e intimidación en votantes opositores”. Hay peligro de que se instale una “dinerocracia”.

Todo quien recibió eso, ¿no votó, o votó? ¿Es infalible, éste hombre? Insinúa una eventual anulación de las elecciones futuras. ¿Cómo fue posible no detectar y denunciar tal trama, si había capacidad de detectar la explosión de un fraude electrónico? ¿O, todo se debió al interés fallido de desacreditar el proceso electoral, y, a la Junta Central Electoral (JCE)? ¿La muerte estaba anunciada? Y sigue esa persistencia.

La veteranía política desde el Poder habilita a Leonel Fernández para no equivocarse. Es imposible de contrarrestar el efecto del tipo de Gobierno que hace Abinader sosteniendo las candidaturas del Partido Revolucionario Moderno (PRM).

Lo que es infalible es la fortaleza de Luis Abinader: su juventud, su fortaleza humana, su claridad de mente, su capacidad de economista moderno, para lucir siempre fresco. Abinader, el que no calienta su sillón en la Presidencia, porque anda movilizando los tanques y blindados, e impulsando la construcción de un muro para, más o menos impedir que la miseria humana de Haití se desparrame hacia el territorio nacional.

El plan de bajar a los cabildos para encabezar bandereos, marchas, caravanas. La capacidad del principal poder del Estado para construir y construir incesantemente obras de todo tipo a la vista de los votantes.

Capacidad para repartir ayudas económicas a los muertos de hambre. La capacidad para repartir el 4% del presupuesto dedicado a la Educación. La capacidad para mantener contra la pared de las cárceles y tribunales a quienes dejaron huellas de corrupción administrativa.

Todo esto, y más, durante tres años y medio. El gobierno, la reelección y su propósito tenían que repollar, el 18 de febrero. Era un hueso duro de roer. Y todavía, no es nada. Esa es la creencia generalizada con efecto derivado de la barrida en los municipios.

El dolor y resentimiento son muy grandes. El PRD de Miguel Vargas Maldonado, que junto al PLD y la Fuerza del Pueblo conformaron la alianza Rescate-RD, recibieron apenas 86,496 votos, para un 2.42% . . Un duro golpe  irreversible.

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