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domingo, mayo 19, 2024

Una siembra

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La muerte de la profesora Idelisa Bonelly, científica considerada «Madre de la Conservación Marina del Caribe,» retrotrae aquellos años y tiempos cuando los temas medioambientales comenzaban a ser categorizados por un grupo de mujeres y hombres – la mayoría profesores de la UASD –  ya en algunos currículums y medios de comunicación.

Advertían  entonces que en este aquí y ahora iban a ser determinantes en la agenda de organismos, gobiernos e instituciones,  en una relación de dependencia mutua para salvar la Tierra de la hecatombe a la que la llevamos.

Ana Silvia Reynoso y su esposo Babu Abud, José Marcano, Sixto Inchaistegui, la profesora Bonellly y otros/as desde la academia pública juntaban sus afanes y enseñanzas con los esposos Dodd, estadounidenses asentados en el país; Mario Bobea Billini y Félix Servio Docoudray, para desde un suplemento especializado del periódico El Caribe difundir sus descubrimientos en la flora y fauna dominicana, riquísima en recursos vernáculos y hospedaje adaptable de especies foráneas.

La siempre ocurrente y sagaz La Morena Salazar, en su particular estilo nos recuerda desde su casi siempre relajante “El Patio”,  los afanes, trajines y disposición de ese grupo que andaba por cada trillo del territorio imbuyendo de conocimientos, disposición, compromisos y respeto por el medio ambiente. Hoy,  un grupo, entre los que destacan  Eleuterio Martínez, Yolanda León, Luis Carvajal, Milcíades Mejía, el profesor Guerrero, Tío Castillo, «McCoy» González  entre muchos/as otros/as son consecuentes defensores de esos recursos naturales.

Una larga jornada que tiene referentes como Tammy Domínguez y Amaury Villalba, biólogos marinos que murieron en un accidente aéreo en una playa de Barahona, donde realizaban investigaciones sobre la conservación del Manatí. Aunque  particular su caso, no son los únicos: también  otros ambientalistas han confrontado el peligro, ese mismo que poderosos insaciables hacen de los recursos naturales fuente de riqueza y poder. Resultado de ese transitar, ya el ADN institucional del país, aún con sus carencias y requiebros, registra como imprescindible que se asuma la preservación de esos recursos como garantía para el desarrollo y aprovechamiento del caudal que tienen pueblos como Pedernales para salir de la pobreza ancestral que le acogota.

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