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lunes, mayo 20, 2024

¿Faltaba un Padre de la Patria?

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Si te faltaba el nombre de un Padre de la Patria, ya lo tienes, forjado en bronce imperecedero con la calidad metálica del oro, con un fusil empuñado, de frente, ante el Altar de la Patria.

Ve a verlo, ahora, cuando llegó, y siempre que llegue de nuevo, Abril, el mes eterno.

Abril, Abril, Abril. Para tallarlo en la frente de cada alumno de nuestras escuelas.

Acude a la vereda principal del Ozama, en la zona mancillada por el colonizador extraño, y empieza a recorrer esa Avenida del Puerto que vamos a hacer larga, muy larga.

Esa Avenida del Puerto que habrá de extenderse y hacerse circunvalación abarcando todas las playas y bordeando el territorio completo de este Estado y Nación tan maltratados.

Pasará la pista por tierras diversas, y hará un alto en la ensenada que el buitre del Imperio de siempre ha querido hacer carroña, y engullirla, en Samaná.

Allí, donde el General y Comandante Eterno, cuando los renegados de la Patria firmaron en una Junta engañosa, para entregarla, despreciando la Bahía, gritó con la fuerza de la rabia: ¡Yo no firmo eso!

Por ahí, hay que hacer pasar la extensión de la Avenida del Puerto, y también por el pedazo de costa por donde salió aquel aborigen de nombre Hatuey, para morir en otra región libertaria vecina, aborreciendo a los cristianos falsarios de entonces.

La Avenida del Puerto no pasará sin detenerse por aquella costa en la que los aborígenes destruyeron la primera fortaleza del primer imperio invasor, quemándola y desapareciéndola.

Esa misma Avenida del Puerto recorrerá la frontera que delimitó el General Patricio, hasta caer en nuevas rutas y detenerse en Playa Caracoles.

Entonces, la Avenida del Puerto tendrá que hacerse muy amplia, porque en aquellas cercanías sureñas, éste que también es Padre de la Patria, fue masacrado en sus montañas, por el mismo militar imbécil por quien él hizo todo lo que hizo para reivindicar el uniforme del honor mancillado.

En Abril, el Abril eterno, porque este renovado Padre de la Patria, ahora, con el mismo uniforme ungido con el sudor del perfume de Coronel inconfundible, lució también en su cuello, el ramo de laurel oficial sagrado, y en sus hombreras, fundido en precioso metal.

La Avenida del Puerto deberá de recorrer también cada puerto deshonrado, y enajenado en fideicomiso al imperio de siempre, por los incautos de ahora.

Para que lo sepan, así será. Porque habrá descendencia para lograrlo.

Entonces, que termine el trayecto de la Avenida del Puerto, en los frentes del Altar de la Patria, en la Puerta del Conde.

Allí, se juntarán dos canciones. La canción del Poeta Nacional, cuando entonó el verso de que Hay Un País en el Mundo que no merecería el nombre de País, con la canción del otro Juglar callejero, que convirtió su guitarra en fusil, para decir con su trino magnífico que se repite en cada Abril:

¡Francisco Alberto, caramba!

Si te faltaba un Padre de la Patria, ahí, lo tienes.

Porque fue ese Comandante Coronel, y no otro, quien le dio en las narices al embajador del Imperio, en su mismo sillón, estrellándole la puerta en sus narices, y dándole la espalda, repitió la misma frase airada: ¡Yo no firmo eso!

Todavía queda Abril suficiente, para que este Coronel, como el más grande entre los Generales, lo hagan recordar:

Siempre harán falta Padres de la Patria. No lo pregunten más. Dejarán sus nombres escritos en las azoteas de los edificios más altos de la Zona Colonial, y dejarán espacio para otros.

¡Francisco Alberto, caramba!

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