Muchos ignoramos las razones por las que unas elecciones generales o como se las llame, no pueden transcurrir en tranquilidad en la República Dominicana.
Lo cierto es que siempre ocurren ruidos inquietantes y mueven a sospechas, tal vez, infundadas. Pero de que siempre hay ruidos, los hay.
En medio de rumores de todo tipo, ahora, denuncian las autoridades electorales de Santiago, que fueron asaltadas en la oscuridad de la noche. Y que del local en que operan, los rateros se llevaron los fondos con que debe operar la logística del día de las elecciones, en esa comunidad.
Uno ignora por qué el responsable en Santiago, cuando dice lo que ocurrió, tiene que remitir a la capital, para que sea allí que se den los detalles del hecho. Ahí comienza la confusión.
¿Por qué en Santiago no cerraron esa “logística” a cal y canto, sabiendo que, en Santiago, como en todo el país, abundan los ladrones electorales, y de todo tipo, sabiendo que saldrán impunes?
¿Por qué en Santiago no había vigilancia, con tantos guardias y policías que deambulan en nuestras calles, ansiosos por reprimir a quien sea? ¿O es que la vigilancia policial de que disponen, allí, duerme de noche, como los guachimanes baratos? ¿O esos policías electorales entienden que están ahí, sólo para cuidar los votos y a los votantes, y no los cuartos para pagar al personal que ayuda a que haya elecciones en el día preciso?
¿Por qué los santiagueros de la Junta Electoral son tan confianzudos sabiendo que todo el país está atento y celoso ante todo lo que ocurre en los tribunales electorales?
¿Cuánto fue que se robaron los cacos santiagueros en la Junta Electoral?
¿Y si se roban los votos, antes de contarlos? ¿Y si se roban los votos, después de contados?
Desde la cúpula del monumento de Santiago se ve que ahí hubo descuido. Y con nada de las Juntas Electorales puede haber descuido. Estemos claros en ese tema.
Dejémonos de alborotos, porque sin alboroto, todo saldrá mucho mejor.
