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jueves, mayo 9, 2024

Que nuestra paz llegue al otro lado de la frontera con Haití

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La sociedad dominicana, digamos la que tiene acceso y capacidad para racionalizar las informaciones que le llegan sobre cualquier asunto que se entienda es de su interés, está siendo presa de ansiedad.

Un halo de aprehensión se está apoderando del pueblo dominicano, a propósito de todo lo que le llega sobre la desgracia de la nación haitiana que, no da pie con bola, para encontrar una vía de solución a sus múltiples problemas. Problemas permanentes que estallan de manera cíclica en erupciones de violencia y desgracias sociales.

Afortunadamente, los dominicanos vivimos momentos de una paz relativa que nos permite hurgar en la razón. Y, sobre todo, los dominicanos tenemos la suerte de estar gobernados por mentes pacíficas, tranquilas, capaces de emanar orientación acorde con sus compromisos adquiridos.

Cuando el presidente Luis Abinader establece con claridad una serie de tópicos sobre las aristas del desasosiego haitiano que, nos tocan por razones de que ese pueblo está separado de nuestro país apenas por un hilillo fronterizo, a veces imperceptible, es cuestión muy positiva.

No sólo por la claridad con que Abinader en nombre de su gobierno lo hace saber al pueblo. Sino por la forma sosegada y firme en que lo hace.

El gobierno de facto haitiano está pidiendo a gritos y nervioso que lo invadan con una fuerza militar armada, como única y definitiva formula para contener los desórdenes callejeros, y consecuentemente la miseria, el hambre, las limitaciones inhumanas que afecta a todo quien vive de aquel lado de la frontera.

Abinader dice que por razones históricas los dominicanos rehúsan tomar participación en esa eventual y reclamada invasión militar a territorio haitiano. Aunque sin negar, la que se evidencia como influyente fuerza diplomática del país a múltiples foros, como se lo imponen las leyes al Poder Ejecutivo nacional. Eso ha puesto a los dominicanos a respirar hondo y a llenar los pulmones de aire puro.

Ha sido expuesto con diafanidad por Abinader, que se están adoptando medidas amplias y a costa de muchos sacrificios que aportamos todos, para resguardar la frontera terrestre y los aires y mares dominicanos de cualquier contaminación con el escenario haitiano.

Sabemos que muchos, millares, aunque poco representativos nacionalistas dominicanos de hojalata, no estarían dispuestos a coincidir con el presidente Abinader. Pero allá ellos. Lo dicho, dicho está, por el mando supremo del país.

República Dominicana ha dado muestras de una franja amplia de generosidades y comprensión humana hacia la nación haitiana. Aunque en oportunidades ellos sean renuentes a aceptar esas muestras de solidaridad dominicana hacia Haití.

Ni los organismos internacionales, algunos de ellos odiados y repudiados por los haitianos, dados los sinsabores y amarguras a que se les ha sometido desde instancias de hipócritas ayudas y solidaridades vía esos organismos, pueden mostrar mejores ni mayores esfuerzos que la comprensión y tolerancia dominicana ha sido capaz de surtir para paliar la mala suerte que prevalece y sume a Haití en tanta necesidad y miseria.

Estemos atentos a la situación de Haití. Y estemos atentos con toda razón a las sosegadas y tranquilas orientaciones de nuestros gobernantes sobre tan delicada cuestión.

Al tiempo que hacemos votos para todo salga con bien para los haitianos.

 

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