En esta fecha, todos los hogares de la República Dominicana debieran exhibir en lugar visible, el lienzo sagrado, símbolo de la nacionalidad: la bandera dominicana.
Si no ocurre así, es porque no se nos ha enseñado el significado de la efeméride.
El 28 de abril de 1965, decenas de militares estadunidenses, en acción agresiva, ocuparon el país para interrumpir el proceso de lucha armada de la población para restablecer el orden constitucional.
Los dominicanos lanzados a las calles encabezados por parte de las Fuerzas Armadas del país, hacía cuatro días que mantenían una lucha sangrienta, en un esfuerzo desigual, para que la democracia volviera a funcionar.
Al cabo del tiempo brilla el nombre del presidente constitucional de Francisco Alberto Caamaño Deñó, hombre de profundas convicciones democráticas, como cabeza del movimiento rebelde.
Como también quedó vívida la imagen de la salvaje invasión ordenada por el presidente estadounidense Lindon B. Johnson.
Cuando en nuestras escuelas se desplieguen los detalles de los hechos y sus detalles y motivaciones, y los alumnos los narren con orgullo, nuestras gentes exhibirán la bandera nacional en todo lugar visible. Y se hará con orgullo soberano.
Hagamos reverencia solemne en nombre de la paz a todos los hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas para preservar la dignidad de nuestra Patria.
No fue la primera vez que ocurrió así. Y ojalá sea la última.
La paz reine en este país poblado por una dignidad generalizada a través de la historia.
