La noticia del fallecimiento del legendario Tony Bennett, uno de los últimos grandes crooners de mediados del siglo XX, término inglés que denota una forma de cantar suave y murmurante, sin proyectar la voz, me trajo algunos recuerdos, vinculados a mi amistad de más de 40 años con Andrés Reyes y a mi retorno a la capital desde Jarabacoa.
Bennett (Anthony Dominick Benedetto), falleció el pasado 21 de julio del año en curso, después de una larga carrera artística, matizada por innúmeras grabaciones discográficas y presentaciones en vivo. A la hora de su muerte, esta leyenda de la canción universal contaba con 95 años.
En la década del 80, un segmento importante de la juventud dominicana, dentro de los que estaban mi amigo-hermano, sentía predilección por la música americana. Aunque ni Tony Bennett, Frank Sinatra, Dean Martin y mucho menos
“Sammy” Davis Jr eran los preferidos por esos jóvenes de los barrios populares.
Si mal no recuerdo, Barry White y James Brown formaban parte de esa legión de artistas estadounidenses preferidos por esa juventud en proceso de definición. Yo, particularmente, nunca me interesé por esos artistas y por ese motivo me resulta tan difícil recordar con precisión cuáles mi amigo escuchaba. Me inclinación siempre estuvo alineada a lo romántico y las letras suaves del bolero.
Pero en esos años fabulosos de los 80´y los 90´hubo un artista donde ambos convergíamos y se trata de Manuel José Galván.
Manolo Galván, un ícono de las baladas románticas, fue un cantante español muy popular por estos lares, nacido en 1946 y fallecido en 2013.
Obligado por la familia, comenzó a cantar a la edad de 15 años, y su primera incursión como artista fue en un grupo llamado Sonors, que abandonó para lanzarse como solista. Este intento fallido de actuar como solista lo empujó a integrarse al grupo Los Gritos.
Su sueño de actuar como solista se hizo realidad en 1970, catapultado por las baladas con letras, en su mayoría, de su hermano Juan Ignacio Galván.
Este español grabó alrededor de 40 discos y entre sus canciones más emblemáticas figuran “Poema del alma”, “Deja de llorar”, “Te quise, te quiero y te querré”, “Sólo pienso en ti”, “Suspiros de amante”, “El manzano” y dos baladas de profundo sentido social como “Hijo de ramera” y “¿Por qué te marchas, abuelo?”, que aquí han tenido grandes repercusiones en el gusto popular.
Manolo Galván no es los baladistas que me detenga a escuchar con frecuencia en los viernes bohemios y debo confesar que escasos temas de su repertorio forman parte de mi discografía personal.
Pero Manolo Galván estuvo ahí en ese importante momento de definición, transición entre la música romántica y la irrupción de la llamada nueva trova. Los Guaraguaos, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, Ramón Leonardo y Expresión Joven, que fueron los precursores de una manera distinta de pensar, de escuchar música, de ver la sociedad en su conjunto y de actuar.
Creció el interés por Héctor Roberto Chavero, conocido artísticamente como Atahualpa Yupanqui (1908-1992) y canciones como “Los ejes de mi carreta”, “Milonga del solitario”, “Camino del indio” y “Las penas y las vaquitas”.
Habían quedo atrás las canciones Barry White, James Brown y de Manolo Galván y ahora veíamos a Danny Rivera en otra tesitura, disfrutábamos de canciones como “Tu pueblo es mi pueblo”, “Me gustan los estudiantes”, “Vecino dame la mano”, entre otras. Lo mismo ocurrió con Sonia Silvestre (Sonia Margarita Silvestre Ortiz, 1952-2014).
A veces la vida se torna como un eterno retorno, un descubrir y redescubrir las cosas buenas el pasado, volver sobre aquellos artistas olvidados y comprobar que en ocasiones el tiempo pasado fue mejor.
En este viernes que podría tornarse lluvioso, una flor por el inmenso Tony Bennett, Manolo Galván, por todos aquellos que contribuyeron hacer más feliz y llevadera nuestra juventud con sus canciones suaves o alocadas, y, sobre todo, por los buenos amigos, los de siempre.
