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viernes, mayo 17, 2024

MELÓMANO: Fui a Venezuela y traje conmigo los discos de Alfredo Sadel

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Por Venezuela siento un cariño especial por varias razones. La primera, y la más importante, es porque fue la tierra que le dio cobijo a mi padre. Él fue uno de las personas que en la década del 60 abandonaron a sus familias para irse a aventurar al país sudamericano, en busca de bienestar económico.

Desapareció como muchos, tragado por la selva maracucha, y cuando reapareció ya cadáver, eso hizo que tuviera que mirar constantemente hacia Venezuela, que creciera mi curiosidad hacia la tierra de Bolívar y Simón Díaz, quien nos regaló el inolvidable “Caballo viejo” y tantas hermosas canciones.

En el primer período de Gobierno de Leonel Fernández visité Venezuela, invitado por la cónsul de entonces Adonaida Medina y Adalberto Rodríguez. No fue una experiencia tan grata por los niveles de delincuencia y temor que ese respiraba en la Patria del General Sucre, pero debo decir que la pasé muy bien con mis buenos amigos.

Mi interés, además de vacacionar, hacer turismo, fue encontrarme cara a cara con los discos de Alfredo Sadel (Manuel Alfredo Sánchez Luna) y fue una grata emoción cuando sostuvo en mis manos aquel CD del Tenor Favorito de Venezuela, que contenía sus temas más populares. En cuento llegué al país lo primero que hice fue ponerlo, disfrutarlo, degustarlo con profunda emoción.

Oír cantar a Sadel, nacido en Caracas y fallecido en junio de 1989, es toda una fiesta para los sentidos.

Este gigante venezolano fue capaz interpretar operas, joropo, zarzuela, boleros, tangos y paso doble. En su repertorio incluyó boleros populares como Ansiedad, Flores negras, Contigo en la distancia, Que me importa, Esclavo soy, Desvelo de amor, Lamento borincano y Granada, entre otras canciones latinoamericanas.

Granada, la canción que Agustín Lara compuso si siquiera ir nunca a España, es mi preferida, porque en ella demuestra que es un verdadero y exquisito tenor.

La primera aparición de Sadel fue la Catedral de Caracas, donde interpretó “Ave María” e impresionó al público que se congregó allí.

Profesionalmente debutó en 1955, en La Habana, Cuba, donde obtuvo un éxito rotundo y ese año grabó su primer LP (Disco de larga duración ya extinto) con el famoso sello RCA Víctor, titulado “Mi canción”.

Paseó su arte por España, Estados Unidos, México, Italia, Colombia, entre otros países, y cuando iba a presentarse en a Metropolitan Opera de Nueva York, su salud empezó a deteriorarse.

Tuve la suerte de conocer a su primo José A. Luna, quien fuera asesor del ex presidente venezolano Carlos Andrés Pérez y de otros líderes políticos de esa nación.

José Luna escribió el texto de contraportada de mi primera novela “Los demonios no tienen color” y en una ocasión me contó que Sadel era capaz de tomarse un litro de whisky en dos o tres tragos.

No me arrepiento de haber ido a Venezuela y solo comprar para mí los discos de Alfredo Sadel, que recomiendo para este viernes bohemio.

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