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domingo, abril 28, 2024

Ignorancia de la historia: Haití, de la esclavitud a la liberación, hasta la disolución

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Canadá, cuando se propuso crear una oficina en territorio dominicano protegida por su inmunidad diplomática, para estudiar la forma de conformar una nueva policía en Haití, mostró gran ignorancia sobre la historia de Haití y la República Dominicana.

Estados Unidos conoce muy poco sobre las relaciones históricas domínico-haitianas, y esa es la base de la inutilidad, con iniciativas que dicen buscar una solución para la crisis haitiana.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), y el conjunto de grupos que componen su Consejo de Seguridad, burócratas adocenados por grandes poderes, actúan como ignorantes, todos y uno por uno, de la realidad histórica de Haití, y sus relaciones con República Dominicana.

La verdad monda y lironda es la de que Haití, nunca ha parado de invadir el territorio propiedad de quienes hoy, se llaman dominicanos.

Existe gran ignorancia sobre la historia de esas dos naciones desarrolladas en conjunto, y alojadas hoy en una misma isla. Ignorancia histórica que envuelve tanto a los nacionales haitianos como a los nacionales dominicanos. Son sociedades en las que muy pocos se han preocupado por crear conciencia en el conocimiento de esa historia común.

La identidad nacional dominicana se empezó a formar en el siglo XIX. En una mitad de la isla se ha desarrollado un anti-haitianismo, y también, un pro-hispanismo sostenidos por una diversidad de intereses y manipulaciones. Haití es la principal causa de esas actitudes.

El haitiano ha forjado su propia identidad. Esta nación de negros antiguos esclavos sabe que sus orígenes están en una revolución libertaria e independentista a todo riesgo.

Sólo hay que ver y delinear el contenido de la primera Constitución haitiana para confirmar esta afirmación, y sus modificaciones, ya que en la misma está cuajado ese espíritu que entiende a Haití como propietario de toda la isla.

En las escuelas de República Dominicana como en las de Haití se establecen con claridad las fechas que los nacionales de estos países han estimado pertinentes.

El inicio de la historia, según los dominicanos, se establece en 1492, cuando llegan a la isla los primeros europeos, desde España.

Los haitianos enseñan que su historia comienza en el 1640, cuando empiezan a establecerse en esa parte de la isla los primeros colonizadores que no eran más que aventureros llegados desde distintos puntos de Europa. Y también con ellos los esclavos que esos colonos habían comprado en distintos sitios de África.

Los dominicanos llaman a la isla La Española, o Quisqueya. Para los haitianos, la isla, que entienden es su territorio, será siempre Haití, como consecuencia de su propia ignorancia. Que no es otra que la misma ignorancia de los dominicanos sobre ese tema.

Millares de obreros haitianos han contribuido a la industria azucarera dominicana, que es lo mismo que decir a su desarrollo económico durante decenas de años. Lo mismo que distintas áreas de la construcción, edificios, carreteras, complejos turísticos y en la agricultura en toda su diversidad. Es en ese esfuerzo donde se unifican haitianos y dominicanos. Pero eso no es muestra de aceptación del concepto de propiedad de la isla que sostiene Haití.

Nada de eso se enseña como parte de la cultura nacional. Ni en Haití, ni en República Dominicana.

La ignorancia y el prejuicio son comunes a ambos lados de la isla. Y así se le enseña a militares y policías. ¿Ignoran esa realidad los gobernantes canadienses, lo norteamericanos, los franceses, el conglomerado de la ONU?

El miedo se nutre de la ignorancia. En República Dominicana fluye mucho miedo mitológico, a veces, en relación con la vecindad y la presencia de los haitianos.

Toussaint Louveture
toussaint Louveture

Lo que se observa a simple vista, sin embargo, es una verdad indesmentible que emana de los acontecimientos recogidos por los medios de comunicación y las versiones oficiales acreditadas por las grandes corporaciones de noticias: Haití es una sociedad inviable y colapsada. Sin más detalles que violencia y miseria por doquier, de aquel lado de la frontera. Esa también es una herencia de su revolución libertaria de origen.

Se difunde el miedo a que millones de personas crucen la frontera y haitianos pobres, llenos de miseria, enfermos, inunden la República Dominicana.

Gobiernos poderosos y grupos organizados extranjeros quieren unificar las dos naciones en una sola, y trabajan para ello, exhibiendo la miseria haitiana. Es parte del miedo.

¿Por qué se quiere que los dominicanos piensen así, y sólo así, sobre la realidad y la presencia de los haitianos?

La verdad histórica es que Haití tiene un sitial construido por ellos mismos, en todo lo que tiene que ver con los orígenes de la independencia latinoamericana y la integridad de la región. Pero eso no les otorga ningún derecho a apropiarse de lo que pertenece a sus vecinos.

La revolución haitiana fue catapultada por los aires libertarios universales de la Revolución Francesa. Pero fue la primera y única revolución de esclavos triunfante en declarar la igualdad y la libertad universal. Los haitianos, quiérase que no, siempre han promovido un interés imperialista oriundo de su propia esencia. Sus gobernantes siempre entendieron que eran reyes, emperadores, conquistadores.

Inspirados por las noticias en la colonia francesa y en todo el mundo sobre la revolución en Francia, se inseminó el ímpetu que hizo nacer las huestes de cimarrones, negros alzados en los montes, para escapar de los colonos blancos europeos. Negros ex esclavos ceñidos a su cultura, sus bailes, sus ritos religiosos y al mismo tiempo, empeñados en entenderse con una nueva lengua resumen de sus dialectos traídos de diversos puntos de África. Encabezados por los denominados affranchis. Todos con deseos de liberarse no reconocidos por los blancos europeos.

Más de 30 mil colonos blancos europeos, se calculaba que retenían medio libertos, a alrededor de 25 mil mulatos libres, o affranchis. Ese era el Haití prerrevolucionario. Aparte de la multitud de la gleba.

Estos esclavos en rebeldía, ya cimarrones, se asimilaban a campamentos en los que se juramentaban ante un jefe que regularmente era un sacerdote vudú.

Uno de esos jefes era el sacerdote vudú llamado Francois Mackandal, oriundo del Senegal, quien por su causa fue apresado, torturado y quemado vivo, después de perder un brazo en un ingenio azucarero, a manos de los blancos colonizadores franceses, en Cap-Francais. Mackandal era un especialista en brebajes venenosos con los que liquidó a muchos esclavizadores.

Otro negro famoso en sus andares, fue Dutty Boukman, a quien denominaban el Espartaco negro, oriundo también de Senegal, llevado a Jamaica, terminaría como sacerdote de vudú.

Tanto a Mackandal como a Boukman se los sindica como de la religión musulmana, la que transportaron a los esclavos en Haití. Tal vez, había algo de cristianismo. Su labor de cimarrones rebeldes se desarrolló cuando la rebelión de los esclavos que ellos impulsaron estaba a punto de estallar en 1791.

Unos 200 representantes de los esclavos de la Provincia del Norte se reunieron en la hacienda Lenormand, en Morne-Roge. Entre los líderes se hallaban Boukman Dutty, Jeanot Bullet, Jean-François y Georges Biassou. Acordaron que el 22 de agosto sería la fecha del levantamiento general. Luego se reencontraron en Bois Caiman, en Morne-Rouge y solemnizaron el acuerdo mediante un juramento.

Es claro que fueron adoptados los rituales que eran comunes en muchas sociedades africanas. La ceremonia simbolizaba también la alianza entre africanos y creoles. Veteranos de las guerras africanas jugaron un papel crucial en la Revolución Haitiana.

Toussaint Louverture nació esclavizado en Saint Domingue en 1743. Logró su libertad en 1776. Se sumó a la rebelión de esclavizados desde agosto de 1791, al grito de Libertad y la Igualdad Universal.

Toussaint surgió como el principal líder de esa revolución llegando a ser General y Gobernador de la isla, junto a Jean Francois, y Georges Biassou, cada uno con su propia historia libertaria. En 1793 surgió como el líder. En 1798 ya había conducido la revolución a la victoria total en Saint Domingue, después de derrotar a las milicias locales, las fuerzas realistas de Francia, un ejército español que invadió desde Santo Domingo y un ejército invasor británico. Aquel año, los ex-esclavos tenían bajo su control la totalidad de la colonia.

Hay algo de la historia común de las partes en que fue dividida la isla que suele ser olvidada. La que se refiere a las tropas auxiliares de Santo Domingo y la de algunos líderes primarios de la revolución haitiana. Ni Haití ni España han insistido en hacer memoria de este período. A España no le ha interesado que se haga alusión a su derrota frente a la Francia revolucionaria.

¿Por qué obviar ese conflicto franco-hispano en Santo Domingo (1793-1795)?

España, aprovechando la coyuntura del estallido de la revolución francesa, y de su repercusión en la colonia de Saint-Domingue, intentó recuperar la totalidad de La Española, perdida ante los franceses desde el siglo anterior.

Siempre habrá alguna señal que indicará la alianza de su proceso con España, en un interés común frente a Francia. Es aquí donde cobra importancia la mención de Jean Francois y Georges Bissau, y sus liderazgos en los ímpetus de los rebeldes cimarrones, precursores de la revolución inicial de esclavos, en Haití.

Los ex esclavos derrotaron a España en 1795, y a Inglaterra en 1798. En 1801 Toussaint Louveture invade la parte española y extendió la revolución a Santo Domingo; dictó la primera constitución de la isla estableciendo la autonomía frente a Francia.

En 1802, Toussaint se rindió ante la expedición napoleónica, traicionado por Leclerc quien lo apresó y desterró. Murió en Francia en 1803.

En 1805, cuatro años más tarde, Jean Jack Dessalines, ya emperador de Haití, invade la parte oriental de la isla, bajo el dominio de Francia en virtud del Tratado de Basilea de 1795.

Dessalines nació como esclavizado en Saint Domingue, en 1758; y se sumó a la revolución en 1791 convirtiéndose en General y uno de los principales lugartenientes de Toussaint Louverture. Ante el destierro de éste, devino en líder máximo de la revolución, derrotando a los franceses en 1803 y declarando la independencia en 1804. Se erigió como Emperador en 1804 y promulgó una nueva constitución en 1805. En 1806 fue asesinado por una conspiración de mulatos o affranchis. Dessalines era un total ignorante de la cultura y costumbres europeas, pero conservaba toda la ferocidad, toda la barbarie del clima donde había nacido: el único sentimiento de que su alma se hallaba poseída era la venganza. El primer acto de barbarie en que se dio a conocer fue el asesinato de su amo, de quien se apropió hasta del nombre y todos sus bienes. Es considerado y honrado como el Padre de la Patria haitiana.

Para considerar constitucionalmente a Santo Domingo como parte de Haití, fue una decisión basada en tres razones: Primero, en el tratado de Basilea de 1795, que cedió la colonia a Francia. Segundo, en la ocupación de Santo Domingo por Toussaint Louverture, en 1801. Tercero, en la constitución de 1801, que ya la declaraba como parte de Saint Domingue. Ninguna de esas razones era aceptada por las potencias, las cuales ni siquiera reconocían a Haití como independiente. Ese criterio de las potencias imperialistas, sobrevive.

El hecho de que los haitianos definiesen a Santo Domingo constitucionalmente como parte de su país, ya era una forma de intervenir en lo internacional.

Desde 1805, Haití viviría décadas consecutivas de aislamiento. Su audacia liberacionista inspiraba miedo al contagio en otras colonias. Sólo mercaderes y aventureros se beneficiaban de las propias implosiones que sucederían entre los haitianos: la vieja sociedad resurgiría con insistencia para corromper la nueva nación.

Hay que ver cómo los nuevos gobernantes insistieron en que Santo Domingo era parte de Haití. Incluso, en 1808, tuvieron un comportamiento frente a la rebelión dominicana contra la ocupación francesa. Fueron en auxilio de los insurrectos, con armas y municiones, entendiendo que era crucial expulsar al enemigo principal de la isla. Algunos aportaron hombres para esa lucha.

Se recuerda las posturas de los criollos en el lado español. Estaban divididos en una facción conservadora y pro española, integrada por ganaderos liderados por Juan Sánchez Ramírez. Y otra progresista, independentista y pro haitiana, encabeza por Ciriaco Ramírez. El historiador Emilio Cordero Michel nos lo hace ver así, en sus estudios.

En 1809, los criollos expulsaron a los franceses, recibiendo también el auxilio de los ingleses y las autoridades de Puerto Rico y Cuba. Derrotados los invasores, se impusieron los conservadores y Santo Domingo volvió a ser española.

Los gobernantes haitianos Christophe y Alexandre Petión no rechazaron la situación, ya que buscaban las vías de acercarse a España. Christophe y Petión, no cambiaron sus constituciones y mantuvieron en ellas la tesis de que Santo Domingo era parte de Haití.

Petión nació en Saint Domingue, en 1770, como criollo o affranchis. Educado en Francia, se sumó al proceso revolucionario haitiano convirtiéndose en uno de los principales lugartenientes de André Rigaud, líder de los affranchis.

Henry Christophe pretendió expandir el ideario haitiano intentando comprar a Santo Domingo, preocupado por la inseguridad que significaba para su reino y quejoso porque en un territorio que entendía era haitiano continuase la esclavitud y el racismo.

Sin embargo, no deseaba repetir los desastres producidos por Dessalines. La opción que encontró fue la de buscar comprar Santo Domingo a los españoles, nos decía el librepensador e historiador Franklin Franco.

En 1805, Dessalines avanzó sobre Santo Domingo buscando expulsar a los franceses y recuperar la colonia. Casi lo logra, pero tuvo que abortar la ofensiva cuando vio aparecer una flota de Francia dirigiéndose al desguarnecido Haití. Así, la ocupación fracasó, pero la pretensión de recobrar ese territorio quedó como una constante en la política haitiana, insiste el profesor Emilio Cordero Michel.

Quien continuó con el plan de adquirir Santo Domingo fue Jean Pierre Boyer, presidente de Haití durante el periodo de 1818-1843. En este caso no lo hizo mediante la compra, sino a través de la fuerza y la astucia, ocupando la parte occidental de la isla en 1822, aprovechando, asimismo, la declaratoria de la llamada independencia efímera de la parte española. En marzo de 1844, el presidente de Haití, Charles Hérard lo intenta de nuevo, pero se le hizo tarde. Igual que al presidente de Haití, Faustino Soulouque, en 1855.

Ya, un titán, militar educado por los haitianos en las artes marciales, hijo de familia de origen español, decente, honrado y decidido, llamado Juan Pablo Duarte, sembraba ilusión de libertad y de la nueva República Dominicana, libre o que se hunda la isla.

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