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martes, mayo 14, 2024

ONU no tiene nada que darle a Haití; sólo dispone de un “sancocho prieto de múltiples carnes”

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El Consejo de Seguridad dividido sobre la solicitud de intervención extranjera en Haití, durante dos sesiones consecutivas, decidió, definitivamente, aplazar una decisión, sin fecha fija. ¡Qué difícil se la ha puesto Haití, a los grandes, desde su traspatio! La culpa es de quien pidió la fuerza bruta para sus connacionales: el primer ministro de facto Ariel Henry, malquerido por todos, menos por un poder extraño.

Haití sigue, entonces, a disposición de las bandas armadas y manejado por un desgobierno. Y bajo el peso de epidemias, violencia, hambre y la expolición de una élite financiera que no da la cara. Se sumó en las últimas horas, el anuncio del Banco Mundial de que abandona Puerto Príncipe por treinta días, dadas las condiciones de inseguridad de la capital haitiana.

En la sesión del lunes, 17 de octubre del 2022, cuando debía decidirse sobre el posible envío de una fuerza internacional armada a Haití, decidió nada. Y ese panorama continuó en la prolongación de ese mismo Consejo, dos días después, el miércoles 18.

Entiende la ONU que de conseguir la aprobación de esa propuesta Haití saldría de lo que en ese organismo se llama “pesadilla de crisis humanitaria y de seguridad”.

Ocurre que no hay unanimidad en torno a ese asunto, pese a que un gobierno impuesto por Estados Unidos a los haitianos, lo ha reclamado.

China y Rusia expresaron de inmediato ante el Consejo de la ONU, sus reservas sobre la posibilidad de desplegar una fuerza armada internacional en Haití. China en la voz de su representante Geng Shuang, pidió precaución, ya que las protestas siguen en Haití. Dmitry Polyanskiy, representante de Rusia, pidió «sopesar todas las consecuencias» del posible despliegue de una fuerza internacional en territorio haitiano. China expresó su apoyo en principio, con algunos «cambios» deseados, mientras que Rusia advirtió que no respaldaría ningún régimen de sanciones ideado «a toda prisa».

Si Antonio Guterres estuviera en capacidad de imponer su liderazgo como secretario general de la ONU, la resolución pasara, puesto que es él quien la propone rasgándose las vestiduras.

El argumento no es la crisis de hambre secular, y de miseria de todo tipo que, durante siglos ha padecido Haití, sino que debe liberarse el servicio de suministro de combustibles almacenado en la terminal de Varreux, la más grande del país. Y que según las informaciones de prensa es bloqueada por las pandillas desde mediados de septiembre.

Ahora, y de nuevo, a pesar de estar siempre presentes, Guterres y la ONU se dan cuenta de que Haití sufre, y que la población no vive, sino que sobrevive. Y en eso coinciden con el criterio de quien no representa a nadie, el “ministro de relaciones exteriores haitiano, Jean Víctor Généus”. Este Généus había dicho, contradictoriamente, en la misma ONU, el 26 de septiembre que, con la excepción de algunos casos aislados, la situación está en general bajo control, y la calma ha regresado a varias partes del país». Pero es que Généus, como toda autoridad oficial o extranjera, en Haití, no tiene credibilidad alguna. Las patronales signatarias de una correspondencia dirigida al primer ministro de facto dijeron estar estupefactas por la afirmación del funcionario.

Ariel Henry
Ariel Henry

La embajadora norteamericana en la ONU, Linda Thomas Greenfield, la que precisa que Estados Unidos y México trabajan en dos proyectos de resoluciones, buscando autorizar una misión de asistencia de seguridad internacional, ajena a la ONU, para mejorar la situación de seguridad y permitir la entrega de ayuda humanitaria». Propuesta ajena a la ONU, dice esa funcionaria.

Las reservas sobre esa eventual resolución nacen de las crecientes protestas surgidas en Haití, contra la misma. Y porque las intervenciones anteriores en Haití, han sido frustrantes e ineficaces.

Un segundo proyecto resolutivo de Estados Unidos y México respecto a las sanciones, cita únicamente a Jimmy Cherizier, alias “Barbacoa”, expolicía que lidera la coalición más poderosa de pandillas en Haití conocida como la «Familia y Aliados del G9», como objetivo de una prohibición de viajar, congelación de activos y embargo de armas.

La prensa haitiana recogió una información de los medios norteamericanos, y según la misma, Estados Unidos ha dicho que no quiere liderar la misión de intervención armada en Haití. Y según los informes, Canadá también expresó preocupaciones similares. Además, varios miembros del Consejo de Seguridad habrían informado en privado a Estados Unidos que estaban esperando ver los detalles de la misión propuesta antes de votar esta resolución. Para que una resolución sea adoptada por el Consejo de Seguridad, requiere una votación de al menos 9 votos a favor y sin veto.

En paralelo, el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, lleva días diciendo que propondrá a sus ministros y altos funcionarios, una salida para Haití, vía Grupo de Respuesta de Incidentes. Dice que coincide con la preocupación del secretario general Guterres. Aluden ambos, a la necesidad de un diálogo inclusivo, para buscar una solución liderada por haitianos. Además del combustible hablan de agua, medicamentos y otros bienes esenciales, necesidades eternas en Haití.

El grupo Acuerdo de Montana, compuesto por representantes de la sociedad civil, los partidos de oposición y el sector privado, en Haití, hizo saber a Trudeau, que “Canadá se encuentra en una encrucijada en su larga relación con Haití, ya que elegir entre continuar apoyando a un gobierno corrupto, incompetente y asesino, encabezado por el Dr. Ariel Henry, o implementar su frase tantas veces repetida: una solución haitiana”.

Ya Canadá y los Estados Unidos de América se adelantaron y realizaron, el sábado 15 de octubre de 2022, el desembarco de armamento de guerra, en Puerto Príncipe, para seguridad, incluidos vehículos tácticos y blindados. Tales suministros no son regalos, sino créditos que deberán ser pagados.

En ese mismo Consejo, la representante especial de Guterres, Helen Meagher La Lime, permanente en Puerto Príncipe y resguardada por Estados Unidos, como jefa de la Oficina Integrada de la ONU en Haití (Binuh), ha dicho que la «solución haitiana ya no es suficiente» para enfrentar la crisis. Esta quiere una acción violenta, decidida contra la violencia y la corrupción, para poder abordar los problemas humanitarios, agravados por el recrudecimiento de la epidemia de cólera.

La Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH), es una misión política especial del  Consejo de Seguridad, según su resolución 2476  del 25 de junio de 2019. Está desplegada bajo el capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, pero con presencia únicamente en Port-au-Prince, y centrándose exclusivamente en la prestación de servicios de asesoramiento y buenos oficios, la BINUH trabaja principalmente con instituciones estatales.

Dice la ONU y su BINUH que están en Haití para Fortalecer la estabilidad política y la buena gobernanza, incluido el estado de derecho; promover un entorno pacífico y estable, incluso mediante el apoyo a un diálogo nacional inclusivo entre haitianos; y para proteger y promover los derechos humanos.

Los sectores más avanzados haitianos sostienen que este BINUH no ha sido más que el nuevo rostro de la injerencia internacional en Haití. BINUH ha sido el relevo de la tristemente célebre, por tenebrosa, Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), y la Misión de las Naciones Unidas para el Apoyo a la Justicia en Haití (MINUJUSTH), desplegadas desde 2004, tras el golpe de estado contra el presidente electo democráticamente, y única vez, Jean-Bertrand Aristide.

En Puerto Príncipe están, hoy día, el afroamericano, y diplomático al servicio del gobierno norteamericano, Brian Nichols, quien personifica la invasión de fuerzas extrañas. Nichols llegó acompañado de una nave de guerra que atracó en Puerto Príncipe. Una gran embarcación de guardacostas que se mantiene en las aguas cercanas de Port-au-Prince, en misión de fuerza.

Según el diario iciHaiti.com (Haití Libre):  La Guardia Costera de EE. UU. WMEC 904 patrulla con la Guardia Costera de Haití, en el guardacostas de EE. UU. Cutter Northland (WMEC 904), un barco de 82 m de largo con 100 tripulantes a bordo, incluidos 14 oficiales), armado con un cañón naval OTO Melara Mk 75 de calibre 76 mm/62 y 2 ametralladoras calibre .50 (12,7 mm), patrulla con la Guardia Costera de Haití en la bahía de Port-au-Prince.

En el paquete llegó, y está en Haití, el teniente general Andrew Croft, subcomandante militar del Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM), así como por asesores y personal sénior de la Casa Blanca, la Oficina del Secretario de Defensa, el Estado Mayor Conjunto y la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley del Departamento de Estado.

Todo luce que Estados Unidos no dispone de los recursos de inteligencia suficientes para imponer una decisión en la ONU, ni conseguir acuerdos conciliatorios en Puerto Príncipe, en medio de la aparatosidad que ha desplegado in situ. Sí, luce que el Departamento de Estado norteamericano se encuentra atado a su representante gubernamental en Haití, Ariel Henry, rechazado por la población y todo el universo político de ese país. Así como a unas circunstancias mundiales que maniatan a Joe Biden.

El gobierno norteamericano ha estado dependiendo de diplomáticos académicos y burócratas de experiencia de oficio en Afganistán, Turquía, Georgia, y lugares como Uagadugú, Burkina Faso, Zimbabue. Pero Haití parece algo diferente.

Henry, no más el miércoles, al margen del alboroto del Consejo de la ONU, apareció informando por sí mismo en la red Twitter, que andaba de reuniones con el subsecretario de Estado de Estados Unidos, John R. Bass, acompañado del representante de la embajada norteamericana en Puerto Príncipe, Eric Stromayer, ya que no dispone de un embajador destacado en su sede, en el sitio. Y dijo Ariel que estuvieron hablando de los mismos temas debatidos en la ONU. ¿Y por dónde andaba Brian Nichols?

Como especie de colchón propagandístico, los medios y organizaciones favorables a la invasión a Haití, testifican que allí, 4,7 millones de personas se enfrentan actualmente al hambre aguda (IPC 3 y superior), incluidos 1,8 millones de personas en la fase de emergencia (IPC 4)”; y 19.000 personas están en situación de desastre (IPC5), según Food y Agricultura de las Naciones Unidas (Fao) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

También la Organización Mundial de la Salud (OMS) se dice profundamente preocupada por el recrudecimiento de la epidemia de cólera en Port-au-Prince y sus alrededores.

Están hablando desde afuera de que la crisis debe tener una solución entre haitianos. Y es fácil de entender el atolladero de la ONU, cuando se analiza lo que exponen grupos estudiosos de la historia reciente en Haití, cuando señalan:

Quienes hoy gobiernan Haití, aunque traten de ocultarlo, son los integrantes del Core Group, integrado por embajadores de Estados Unidos, Francia, España, Brasil, Alemania, Canadá, la UE, así como representantes de la ONU y la OEA.

Pero el Core Group no gobierna Haití directamente; sus miembros ejercen influencia a través del poder de sus misiones diplomáticas. Es así como un conocido Grupo Central mantiene el control de todas las decisiones políticas importantes del país. El Grupo Básico, como también se le llama, está compuesto por el Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas, los Embajadores de Alemania, España, Brasil, Canadá, Estados Unidos de América, Francia, la Unión Europea, y el Representante Especial de la Organización de los Estados Americanos.

Los emisarios norteamericanos encabezan el esfuerzo por lograr un acuerdo que ellos tienen en la cabeza, en el que sea figura importante y principal, su delegado primer ministro Henry y el Acuerdo de Montana o, en su defecto, cambiar directamente al liderazgo de Montana. Y en eso parecen estar, ya que para conversar con Nichols y su gente, debió de aceptarse el Acuerdo de Montana con un desprendimiento que es renuente a la visión intervencionista.

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