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martes, mayo 7, 2024

La nueva religión de Biden irreal y controversial por excluyente

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La Cumbre por la Democracia convocada por el presidente estadounidense Joe Biden, podría parecer como si el Papa de Roma convocara una cumbre exclusiva para tratar sobre religión y cristianismo en el Universo actual.

Sólo que Biden no es el Papa de Roma y que su cumbre ha sido vendida como un evento político para buscar coincidencias. Y resulta que el evento se convirtió en un evento polémico con ausencias incontables, como lo dispuso el Departamento de Estado norteamericano.

Desafíos y oportunidades de los seguidores del Sistema Democrático, pareció ser la consigna apropiada para los consejeros del muy experimentado político Joe Biden. Autoritarismo, derechos humanos y corrupción resumían la intención de los norteamericanos y de quienes fueron llevados al acontecimiento de manera selectiva.

Una información difundida por la revista The National Interest sobre la Cumbre de Biden precisó que la verdad es que se trató de “una Cumbre de democracia fraudulenta. La cumbre de la democracia demuestra que el supuesto compromiso de Washington con la libertad y los valores democráticos como una característica clave de la política exterior de Estados Unidos es tan inconsistente e hipócrita como siempre”, establece el articulista Ted Galen Carpenter, de National Interest, un sitio de internet independiente para enfoques sobre política exterior estadounidense.

¿Pero, es que se trata de política o de religión?

Todavía no ha aparecido en la historia de la humanidad una religión que no sea excluyente. Si alguien conoce alguna que lo informe.

El sistema democrático no puede ser, entonces, un sistema al estilo de las religiones.

Eso no querría decir que las religiones no se empeñen ellas mismas montarse en un sistema que en busca de que todos sean miembros de la religión, creyentes o seguidores, no aspiren a convertirse en vulgares sistemas subyugantes.

Estas ideas vienen a caso,  en un momento en que el Departamento de Estado, la cúpula del gobierno de Estados Unidos de Norteamérica busca por todos los medios en convertirnos en seguidores y creyentes de algo que ellos llaman democracia.

Y según la cúpula del mayor poder de occidente se esfuerza en extender su concepción religiosa del sistema democrático a todo quien ellos entienden que no quiere ayudarlos a imponer su estilo de democracia como una religión cualquiera. Con la marca de fábrica de toda religión conocida hasta hoy: la manipulación y la exclusión.

Las enciclopedias que recogen la historia de la humanidad están llenas de interpretaciones sobre lo que es una religión y sobre lo que es un sistema de democracia popular. Pero se ha hecho muy difícil hacer coincidir una cosa con la otra.

La Biblia, fundamento esencial del Cristianismo enseña que el Dios creó el Universo y como parte de ese Universo creó al hombre. Y también a la mujer. Y luego viéndolos muy solos, en el Paraíso, les ordenó que salieran, procrearan nuevos seres y poblaran toda la tierra, todo el Universo, diríamos.

Y a partir de ahí, la pareja procreó. Y procrearon sus hijos ligándose en el acto de procreación unos con otros, hermanas con hermanos. Como lo hicieron madres con hijos, sobrinos con sobrinas…, y así, hasta tomar como ejemplo al mismo Abraham, símbolo actual de lo que se considera las iglesias monoteístas: el Cristianismo, el Mahometanismo y el Judaísmo.

Ninguna de estas religiones, ni sus derivaciones, puede considerarse fundada ni desarrollada en base al concepto que sirve de base al sistema democrático.

Podríamos agotar todos los siglos que le quedan de existencia al Universo, discutiendo sobre esta cuestión. Y no llegaríamos a una conclusión razonable.

Entonces, Joe Biden, presidente del régimen democrático estadounidense quiere alertarnos sobre los desafíos que según dice son alarmantes para la democracia “en el mundo”. Que nadie coja esa solemne declaratoria a mofa, ya que se trata de algo dicho con un convencimiento tal que se entregó como parte de un Catecismo de la nueva religión en que se enseña verdad tan seria como debía de ser el Sistema Democrático.

Jesús, recurriendo de nuevo a la Biblia, subió a la cumbre del Monte de los Olivos, antes de trillar la ruta de su muerte. Lo hizo para reflexionar.

Biden no tuvo que subir materialmente a una cumbre de un monte. La moderna virtualidad le facilitó que la tal cumbre se difundiera en eco desde lo que nominalmente podría considerarse en los países cristianos como el nuevo Vaticano, que se lee fácil: Washington.

En la nueva religión del Sistema Democrático no se acepta a Rusia, ni a China. Ni a los endemoniados países latinoamericanos y del Caribe. dichos por sus nombres:  Bolivia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela.

El desvergonzado Juan Guaidó es designado nuevo clérigo para la feligresía democrática de Biden. Y Jair Bolsonaro, un sacerdote oficiante del nuevo sistema religioso ideado por los norteamericanos de Biden que son los mismos de siempre. Pakistán y Filipinas no caben, tampoco. Hungría ni Turquía,

La buena noticia para los seguidores de los convocados a la cumbre virtual de Washington, es la de que se repartirán limosnas para los periodistas y empresas de comunicación social. Claro, sin bocinas es imposible hacerse oír desde una cumbre tan alta. Así, tan excluyente, es imposible que la nueva religión del Sistema Democrático norteamericano no corra la misma suerte de las mil y una religiones que ha acogido la historia de la humanidad: subsistir, sin que después de muerto no haya vuelto alma alguna como comprobante fidedigno.

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