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miércoles, mayo 8, 2024

Trascendencia y polvareda 

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El pasado viernes, la prensa nacional puntualizó dos noticias muy disímiles pero con una raíz común: la muerte a los 91 años del escultor colombiano Fernando Botero, quién alcanzó » trasponer una frontera» , y la del despliegue de armamentos y militares para » proteger» la frontera dominicana ante el peligro que para la » soberanía nacional» representa – lo que levantó una polvareda-, el intento de desviar en Juana Méndez, Haití, el chorreante río Masacre, a su paso por esa zona, acción que el gobierno dominicano » tiene la firme decisión» de impedir, para lo que ha decidido otras medidas, entre ellas la construcción de la presa don Miguel, para manejar el agua en suelo dominicano.

Botero es conocido en el mundo por esculpir figuras voluminosas -creatividad surgida a partir de escuchar el sonido de una mandolina- instrumento musical de cuatro cuerdas y » cuerpo abombado»- de mujeres, hombres y animales que le han ganado la trascendencia para que un acto cotidiano como la muerte, la suya , sea noticia más allá del » efecto causado entre las gentes por dichos o hechos que las alteran o apasionan» tal como define el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, una de las acepciones de polvareda.

El mismo viernes, en el periódico español El País, el periodista argentino Martin Caparrós publicó un artículo » Sobra el ejército» – referido al de su país- en el que expone: Latinoamérica es la región con menos guerra en el planeta, con sólo una en el siglo pasado ( entre Bolivia y Paraguay), y ninguna en este XXI, y la teoría de la «Hipótesis de Conflicto», que es » las proposiciones de posibilidades de conflicto entre seres humanos, grupos y naciones o estados», que podrían alegarse como motivos para una confrontación bélica, y que también son preguntas y argumentos válidos para República Dominicana.

Frente a Haití, el poder militar dominicano tiene que ser cuestionado, más que por su eficacia, por su» imprescindibilidad para la guerra» que resultare de la oportunidad probable de conflictos armados, tomando en cuenta el precario desamparo de fuerzas armadas regulares en el vecino país, y la realidad de los grupos irregulares subversivos, que si tuvieran entre sus objetivos al país sería más como posible guarida o como mercado de sus ajetreos, más que como enemigo a combatir, ante el cual están en desventajas desproporcionadas.

Por su disciplina, dado el conocimiento que tienen de la zona fronteriza y con los recursos de que disponen los cuerpos militares dominicanos, su desempeño podría ser más efectivo si en vez de » guardianes » de la frontera se convierten en » emprendedores» del bienestar, vigilantes de los recursos forestales y catalizadores de la solidaridad entre dos pueblos que están atados a un pasado trágico, y que a pesar de este, tienen que convivir en una cotidianidad de precariedades compartidas, la que ha agravado la polvareda provocada por el cuestionado desvío del Masacre, » el mismo río en que República Dominicana ha construido once canales y seis diques, sin consultar la parte haitiana.

Ricardo Eliiecer Neftalí Reyes Basoalto, que nació con ese nombre y murió -en medio de unos de los más trágicos desafueros de uno de los ejércitos latinos- hace 50 años en isla Negra, Chile, cuando ya había trascendido como Pablo Neruda, dejó escrito: «Nunca se aprende bastante de la humildad. Nunca me enseñó nada el orgullo individualista que se encastilla en el escepticismo para no ser solidario del dolor humano».

 

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