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miércoles, mayo 1, 2024

¿Quiénes son los culpables de tanto desastre?

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¿Por qué las grandes corporaciones han hecho del planeta ierra un lugar rodeado de incertidumbre, alteraciones y de agresiones a la vida humana, animal y vegetal?

¿Quiénes son los que han convertido el mundo actual en un lugar inseguro, caracterizado por el caos, el miedo, los conflictos bélicos, el desapego, la insensibilidad, la exclusión y la deshumanización?

Más allá de las prédicas del papa Francisco, ¿cuáles otros líderes mundiales están pensando, decidiendo, actuando y hablando para hacer del planeta Tierra la CASA DE TODOS?

¿Qué ha pasado con las funciones lógicas, racionales y naturales de los medios de comunicación masiva? Entiéndase, educar, informar, orientar y entretener.

¿Por qué hemos permitido que sean los estrategas del marketing global, quienes determinen qué comer, qué vestir, dónde ir, a quién sí y a quién no elegir para que sea presidente, con quién sí y con quién no relacionarse?

¿Dónde se han ido los esfuerzos que una vez se llevaron a cabo para mantener la PAZ entre los pueblos del mundo?

¿Cómo hemos tolerado que un grupo de países industrializados, cuyo peso político, económico y militar sea lo que trace el ritmo y el rumbo del mundo? Es decir, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, China, Reino Unido y Rusia.

Sin dudas, cada una de estas interrogantes tiene diferentes respuestas. Han sido los intereses y la falta de ética, los factores que han predominado para conocer sus causas y sus múltiples efectos. Los verdaderos motivos y protagonistas del estado de caos e incertidumbre en que se encuentra inmerso el mundo de hoy, pocos se han interesado en abordarlos con objetividad, veracidad, profundidad, criticidad, responsabilidad y desde la perspectiva del bien común.

Al despertar cada mañana, lo primero que se observa, se escucha y lee en los medios análogos de comunicación, en las redes sociales y en las plataformas digitales, son noticias que aluden a hechos, a historias y acontecimientos desagradables, dolorosos y raras veces alentadores, los cuales describen el caos y la incertidumbre que acontecen continuamente el mundo. Cada vez son menos los contenidos positivos que producen y comparten los medios de comunicación masiva.

El flujo informativo es tan rápido, diverso, continuo y contradictorio, que nuestro cerebro no tiene capacidad para procesarlo de manera crítica y profunda. El volumen, la variedad y la superficialidad de las informaciones nos agobian y nos convierten en comunidades de audiencias pasivas. En pocas palabras, los contenidos de la narrativa de los medios nos sumergen en un mundo caótico, a sabiendas que pocas cosas son más dolorosas y crueles que vivir en el caos y la incertidumbre.

En este sentido, como se ha dicho la incertidumbre es la falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo. La misma, se presenta en situaciones en las que no tenemos control total, en las que nos faltan respuestas e información, y nos puede generar inquietud, inseguridad, estrés, ansiedad e incluso miedo.

Parecería que el mundo actual se ha convertido en una agencia global de noticias mayormente negativas. Informaciones contradictorias y desagradables que manipulan, abruman e inciden directamente en la toma de decisiones, actuaciones y relaciones de los ciudadanos. Durante las 24 horas del día y las audiencias reciben miles de mensajes tóxicos e insignificantes, los que en su mayoría generan depresión, cansancio, estrés, miedo y desesperanza

La sensación que producen los conflictos bélicos irracionales, la posverdad que construyen y posiciona, las grandes corporaciones para justificar su errático modelo de progreso, el argumento estúpido que enarbolan los defensores del capitalismo salvaje, los contenidos que producen y difunden los estrategas del marketing para inducir a las personas a comprar lo que no necesitan, la narrativa tóxica e idiotizante proveniente  de falsos líderes e influencers, la doble moral de las marcas corporativas y comerciales, así como los pelafustanes que se empeñan en resaltar modelos de producción que destruyen los recursos naturales no renovables, fomentando de esta manera la pobreza y desigualdades, es de que vivimos en el reino del caos, la incertidumbre, la desesperanza y del sálvese quien pueda.

La incertidumbre, la desesperanza, la ausencia de líderes transformacionales, así como la obsesión irracional por el control de las riquezas materiales y naturales, que asfixian y aniquilan al mundo globalizado de hoy es el resultado de múltiples factores. Por ejemplo:

  • Ausencia de liderazgo visionario, holístico y centrado en el bienestar colectivo;
  • Relaciones comerciales asimétricas, entre países ricos y pobres, las cuales facilitan la desigualdad y la dependencia;
  • Modelo de producción que solo genera riqueza para el uno por ciento de la población mundial, masifica la pobreza e impacta negativamente los componentes del desarrollo humano global;
  • Estrategias globales de marketing, cuyo propósito deliberado consiste en crear y mantener comunidades de compradores compulsivos e irracionales. Lo que, a la vez crea y mantiene amplios segmentos poblacionales de obesos, diabéticos e hipertensos, entre otras amenazas a la vida humana;
  • Un modelo capitalista que opera al margen de la ética y del bien común, que ha destruido los recursos naturales de la presente y futuras generaciones, bajo el malicioso argumento de que hay que satisfacer las necesidades básicas de ocho mil cuarenta y cinco millones de personas que actualmente habitan el planeta Tierra;
  • Estructuras mediáticas globales, tanto análogas como digitales, con suficiente poder para persuadir, inducir, controlar e idiotizar a la población mundial. Las plataformas mediáticas globales son las que determinan los valores, los principios, la cultura, los patrones alimenticios, en fin, los estilos de vida de los ciudadanos del mundo;
  • La dinámica y criterios del capitalismo salvaje han sustituido la ideología, tanto una disciplina filosófica que estudia las ideas, para conocer las causas, efectos y abordaje de los eventos humanos, sociales, políticos, económicos, científicos, culturales, etcétera;
  • La paz, solidaridad y la prosperidad colectiva, no aparecen en los contenidos regulares que producen, difunden y comparten las plataformas mediáticas análogas y digitales globales. Sus mensajes claves alimentan la violencia, la desigualdad, la ignorancia y la idiotización de las audiencias;
  • La mayoría de los sistemas educativos, resaltando el rol estratégico de las instituciones de educación superior, no se asumen y actúan como entes esenciales para establecer y mantener un modelo de desarrollo sostenible, centrado en la producción limpia y en la erradicación de la pobreza mundial. En fin, un modelo de producción que proteja las diferentes dimensiones de la vida: humana, animal y vegetal.
  • Muchos de los países del mundo han creado sistemas de seguridad social rentistas, más enfocados en incrementar las riquezas materiales del sector financiero y de grupos empresariales determinados, que en satisfacer las necesidades y expectativas de ciudadanos-afiliados.

Son muchas y variadas las causas globales que han estado y continúan provocando el caos y la incertidumbre que conspiran contra la paz, la verdad, la convivencia y la preservación de las diferentes modalidades de la vida.  En este sentido, podría afirmarse que entre los motivos que más han incidido en la crisis global actual, figuran la falta de liderazgo transformacional y la existencia de un modelo de desarrollo neoliberal, en el que los criterios del libre mercado arrinconan el rol del Estado, el cual es el garante del bienestar común y del respeto a la dignidad humana.

En este ámbito, es como ha expresado el doctor José Miguel Gómez: “Vivimos frente a una crisis de liderazgo global; nadie respeta o escucha a nadie; no hay quien llame a la calma, a la comunicación, a la mesa para bajar las tensiones, respetar la vida, el medioambiente, la sobrevivencia de los más vulnerables. No hay líderes, solo existen personas que gerencian los intereses de grupos, de organismos internacionales, de economías mundiales, de inversiones corporativas que se expanden por el mundo”.

Por su lado, el papa Francisco en su encíclica sobre el medioambiente culpa al capitalismo salvaje de la degradación de la “madre tierra” y urge a actuar para combatir el cambio climático. Además, expresa que: «La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilo de vida, de producción y de consumo».

En varios escenarios y ocasiones, el papa argentino ha denunciado el actual sistema económico mundial que usa la deuda externa como instrumento de control. Además, ha acusado a los países ricos de no reconocer la «deuda ecológica» que tienen con los países en vías de desarrollo. El jefe de la iglesia católica ha exigido que se pongan «límites», porque es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana.

Para el fracasado, inhumano y anti-ético modelo neoliberal, culpable de incrementar los niveles de desigualdades, expandir el caos y la incertidumbre a nivel mundial, el valor de las personas está sujeto a su capacidad de COMPRA.

Frente a un mundo inmerso en el caos y en la incertidumbre, como el actual, en el que viven más de ocho mil millones de personas, hay que construir diferentes vías de esperanza. Por ejemplo:

  • Unir esfuerzos y voluntades para desarrollar un nuevo liderazgo mundial, que resguarde la paz, que no permita la violación de los derechos humanos, que defienda la dignidad humana, que se dedique a construir un bienestar colectivo sostenible.
  • Como ciudadanos del mundo, exigirles a los dueños y a los que manejan las grandes cadenas mediáticas, redes sociales y plataformas digítales, que produzcan, difundan y compartan contenidos que eduquen, informen, orienten y entretengan más y mejor a las audiencias.
  • Desde la doble mirada, como ciudadanos y compradores, exigirles a los entes que regulan y controlan el comportamiento, relacionamiento y dinámica de los mercados globales, así como a los responsables de establecer modelos excluyentes e insostenibles de producción. En pocas palabras, un modelo capitalista más ético, humano, inclusivo y menos depredador de los recursos naturales no renovables, los cuales son un patrimonio de todos los seres vivos que habitan el planeta Tierra.

Lo que se vaya a hacer para detener a los que, de manera maliciosa, deliberada y sin remordimientos han transformado el mundo en un lugar amenazado sistemáticamente por el caos, la incertidumbre, las guerras y la desesperanza, hay que hacerlo ahora, mañana será tarde. Ojalá que la posmodernidad transforme el mundo actual en la verdadera casa de todos, en la que florezcan y den frutos la: solidaridad, empatía, ética, convivencia; así como la paz sincera y sostenible.

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