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martes, mayo 7, 2024

Peña se moría de risa ante nuestra desmesura 

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Sí, con esa risa espontánea y franca que sólo les sale a los negros de verdad, hice reír par de veces a Peña al exponerle sobre la desmesura con que los políticos dominicanos acostumbramos a cuantificar nuestro quehacer político.

La remembranza me viene apropósito de que, en la llamada consulta del PLD programada para celebrarse  este domingo, y que debido al descrédito PLD-Fupu dio mucha pena y tuvo muy poca gloria, y cuya exigua cantidad de asistentes fue reportada por canales de la TV, será difundida como un acto de masiva participación popular.

Le citaba al líder que en los grandes mítines populares que encabezó para contribuir a derrotar el nefasto continuismo de los sesenta y setenta, existían modelos de medición que permitían determinar que esas concentraciones acaso congregaban unas 30 a 40 mil personas.

José Francisco se moría de risa cuando yo le decía: Los nuestros dirán que reunimos cerca de un millón de personas, los opositores alegarán que allí no había ni 600 mil personas, la prensa reportará que acudieron cientos de miles, pero la comparación de la cantidad de personas que puede aglutinar un metro cuadrado de terreno le dirán que a lo sumo los asistentes apenas pudieron pasar de las 50 mil almas.

Otra comparación de tal desmesura la dio el PLD cuando en camino a las elecciones de 1978 hizo una marcha que recorrió la parte alta y más poblada del DN. La consigna vociferada en la actividad fue “Juan Bó pidió un millón, y trajimos dos”. En aquellas elecciones el partido morado obtuvo menos de 18 mil votos.

Es noticia pública que, en 2011, cuando aspiraba a un cuarto mandato presidencial, Leonel Fernández presentó unos sacos que dijo contenían 4 millones de firmas que aprobaban una reforma constitucional para él volver a reelegirse.

Esas muestras de desmesura de nuestros políticos están muy presentes en obras literarias como las de García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, Borges, incluso en nuestro Junot Díaz, y muchos otros, en las que el realismo mágico desvela la competencia entre realidad y ficción que se da en la vida cotidiana de nuestros pueblos.

Dignos de asombro y humor, así de desproporcionados somos, más allá de lo que recomiendan los manuales de propaganda y márquetin político.

 

 

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