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miércoles, mayo 8, 2024

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Cuando alcancé los 10 años, mi madre me envió al colegio pre-seminario del Santo Cerro, en la Provincia de La Vega para seguir la carrera de sacerdote católico y allí hice el equivalente del quinto grado de la escuela primaria. Mi madre se hubiera sentido particularmente orgullosa de que yo fuera ese tipo de representante de la iglesia católica.

Sin embargo, yo no tenía ninguna vocación para ello y además sufrí una experiencia que, a esa edad, estaba en incapacidad de comprender por qué uno de los sacerdotes, al llegar las 8 de la noche en que debíamos estar en nuestras respectivas habitaciones de dormir, el sacerdote que nos custodiaba en todas las actividades no docentes, entraba regularmente a la habitación vecina a la mía, y nunca lo hacía a la mía.

En ella dormía un niño particularmente llamativo, porque era rubio como si fuera norteamericano, como el que aparece en las compotas GERBER, cuando el resto éramos blancos dominicanos. En una noche surgió un fuerte ventarrón que abrió las puertas y pude ver que el cura acariciaba al vecino desnudo untándole una crema en su trasero. Eso aclaró las visitas, pero no aclaró mi mente, porque yo estaba inocente de que esas cosas existían. Las visitas continuaron, pero yo tuve que dejar de ser seminarista y duplicaron el precio mensual de mi estadía.

 

Para esos tiempos de los años 50s no se esperaba alguna denuncia al respecto y después cuando me hice adulto, comprendí que el cura era pedófilo, pero eso ocurrió muchos años posteriores a ese incidente. Hoy es poca noticia saber que existe la comunidad de LGTBQ y que es aceptada en muchas naciones europeas y en la nación norteamericana, pero donde se condena la pedofilia.

 

Cuando cumplí 15 años fui invitado a ser pareja a un cumpleaños de una joven a sus 15 y me encontré con mi ex compañero del preseminario, esta vez vestido con uniforme de cadete de la aviación, que durante el régimen de Trujillo se consideraba élite. No se sorprendan que después supe que había sido expulsado por sus inclinaciones homosexuales.

Por lo que sede este tema, la condena de la pedofilia se basa no solo por el abuso, sino porque crea en las mentes de las víctimas daños emocionales de diferentes órdenes, incluyendo la dificultad para descomponer sus experiencias de niño y la legítima identidad sexual. No estoy diciendo que la homosexualidad se explica como delito. Ni que en todos los casos de niños violados culminan en la homosexualidad.

Lo que he relatado puede ayudar a comprender la importancia de la vigilancia en las instituciones educativas, especialmente en las religiosas, porque la pedofilia en ellas tiene más dificultad en ser denunciada.

La comunidad LGTBQ, proviene del acrónimo del inglés Lesbianas, Guy, Transexuales, Bisexuales y Queer que comprende para algunas personas que están fuera de las normas sociales y que incluye a todas ellas.

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