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domingo, mayo 12, 2024

Los pedos perfumados

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En los años 90 s del siglo pasado vivía en New York y un día subí al edificio Empire State de 102 pisos. Una obra que lucía un absurdo  en plena gran crisis mundial de los años treinta del siglo pasado. Para cuando yo subí el precio era de 30 dólares. Ahora cuesta 42.

El caso es que alguien que parece haberse tomado un batido de lechosa que conlleva ingerir mucho aire soltó una ventosidad por el ano o mejor dicho un  gas, un follón como diría Juan Antonio Alix, que me dio ganas de detenerme en el piso más próximo, pero temí perder el pasaje y aguanté porque aprendí a limpiar pocilgas de cerdos en la casa de mi padre en los años 50s, en Estancia Nueva, Moca, provincia Espaillat.

Después del incidente se me ocurrió que debería haber una solución. Hoy creo mucho más factible porque para la presión elevada, para la diabetes, para las infecciones hay cualquier cantidad de antibióticos y prebióticos, hay me pregunto por qué la industria cosmética no ha inventado un concentrado de perfume capaz de neutralizar y superar el olor de las bacterias del intestino grueso (que por cierto son muy positivas para el organismo humano al combatir las cosas que dañan el sistema inmune).

Me imagino una especie de goterito que se introduzca suavemente por el orificio anal y que el siguiente diálogo se pueda producir en un ascensor ante una de estas eventualidades: un caballero diga orgullosamente:

-“Es mío: es más, se lo dedico a la señorita acá a mi lado”. Y Ella cortésmente responda:

-“Gracias caballero, su olor es muy agradable”.

En la otra esquina otro alega que es de él que soltó otro de olor a jazmín, pero silencioso mientras el del primer caballero fue sonoro y los demás pasajeros murmuraron favorablemente por el olor a rosas que inundó el entorno.

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