30.9 C
Santo Domingo
lunes, mayo 13, 2024

Los 300 de Tony

Las más leídas

Con este encabezado, quiero hacer un ejercicio de agradecimiento. En nuestro entramado periodístico, siempre “auscultamos” a funcionarios y demás; pero nunca hablamos de nuestras caídas y debilidades.

En mi labor de reportero llegué a tratar al bonachón, siempre sonriente, Julio Ibarra Ríos; conocí a un Leonel Fernández sin el ego que lo arropó después; y al afabilísimo, Antonio Isa Conde (Tony). Fueron con los que más conversé y nada más.

Sin embargo, debo decir que sobre el último de estos personajes, guardo en lo arcano de mí ser, total agradecimiento. A pesar de mis principios de no relacionarme con funcionario y empresario alguno, al margen de lo profesional; con cierto temor, tuve la osadía de pedirle un favor a Tony.

Por mi actitud de no cabildeo, había quedado en la inopia luego de salir de Rahintel. Sin liquidación, y, aunque mi partida hacia Nueva York estaba cubierta, no tenía con qué sostenerme. Con todo y mis aprensiones, le solicité 300 pesos al hombre de empresa de aquel entonces, y luego funcionario peledeísta.

Tuve que darle razones del porqué quería partir a Nueva York, prácticamente estaba solo y me había nacido una niña en Manhattan; fue cuando pareció aprobar mi propósito. Pero me dijo que yo era un buen reportero, y que me frustraría en esta urbe. De alguna forma, tuvo razón.

Como periodista un tanto atípico, si cabe el término, Tony fue la única figura pública a quien le pedí alguna ayuda; en este caso, una suma de dinero que hoy parece exigua; pero la necesitaba. Jamás he vuelto a ver a Antonio Isa Conde.

Me he limitado a preguntar por la salud de éste a Narciso Isa Conde, cuando lo veo, quien luego de decirme que su hermano está bien, me observa extrañado; casi de hito en hito, mientras yo disimulo. Pero, además, parece haber olvidado las circunstancias en que me trató, al margen del periodismo.

Escribir estas líneas de agradecimiento a Antonio Isa Conde, como es obvio, me costó gran esfuerzo. Pero cumplo con lo que me dijo mi madre alguna vez; que cuando le deba un gran favor a alguien y no pueda devolverlo, por lo menos, tenga la franqueza de decirlo.

El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Lo último