La fina línea que a veces sinonimiza aguantar y resistir se robustece y relieva hasta contornos separadores, si se confronta en el discurrir histórico, protagonizado por el pueblo, heredero de aquellos primeros pobladores a los que la iglesia católica – la institución – hoy reconoce su condición humana.
Aquellos indígenas, que no soportaron las atrocidades de sus verdugos – que provocaron su casi inmediata desaparición – tuvieron que aguantar la lastimosa vergüenza que a fuerza de garrotazos y otros abusos les impusieron «sus conquistadores», vergüenza extendida hasta nuestros días en el llamado «complejo de Guacanagarix», esa falencia que nos pretende ser genuflexos.
Resistir fue, y es, la rebelión de los esclavos, que nos legaron en el cimarronaje, la actitud y disposición a romper amarras, por muy fuertes que las aten quiénes pretendan someternos a aguantar su soberbia y abusos. (También heredamos lo que un acucioso indagador social dice fue sustento y es expresion del cimarronaje: ese prodigio culinario que Torres-Saillant define como «la prodiga combinación de elementos dispares», y que el pueblo llano llama Sancocho.)
Y una «prodiga combinación de elementos dispares», la más radiante y efectiva muestra del resistir dominicano, que puso fin a un prolongado «aguantar» en enero del 2017 es la Marcha Verde, que cuál torrente del Popocatepetl (el volcán mexicano) arrastró a quienes durante cinco periodos de gobiernos se creyeron incólumes.
Marcha Verde rescató ese cimarronaje incrustado en el ADN del pueblo dominicano en el que la dignidad se cuece y crece, y que en ese momento se hizo guía que coadyuvó en el y al Cambio, el que hoy sigue cosechando los más contundentes logros, tal como acaba de suceder con el elogio del presidente Joe Biden a la lucha contra la impunidad y la corrupción en el país.
Méritos merecidos caben al presidente Luis Abinader por concretizar su promesa de enfrentar la impunidad y la corrupción en el Estado, tarea que han desarrollado con robusto énfasis y más cuidadoso independiente proceder las magistradas/os Mirian German y Yenny Berenice, y Wilson Camacho juntos a colaboradores a la altura del trío líder.
Las hojas de vidas de ellas y ellos, transparentes y sin requiebros en su ejercicio profesional, garantizan a aquellos que pretenden desacreditar el necesario y ya indetenible proceso de respeto y buen manejo de los bienes públicos, proceso al que quienes carecen de la fuerza para aguantar y la dignidad para resistir buscan engañar incautos, acción que les permitió durante cinco administraciones gubernamentales protagonizar las acciones por las que hoy son reos.