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jueves, mayo 2, 2024

La nieve del Kilimanjaro, que pasen por Nueva York

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Ahora, cuando Kenia se ofrece para encabezar una fuerza multinacional que colabore con Haití en procura de que comience a resolver la calamitosa realidad que lo abate, la memoriosa Altagracia  Salazar -que respaldada por » el tío Google» supera con facilidad al prodigioso » Funes el memorioso» – inmortalizado por Jorge Luis Borges-, en una de esas incursiones suya por su vasto repertorio cultural, la Morena nos recordó   al extraordinario escritor estadounidenses Ernest Hemingway y su  cuento » La nieve del Kilimanjaro», a través del cual muchos ubicamos al país africano.

Y es que como «Harry» – personaje central del relato, quien  muere por una gangrena-,  Haití ha sido sitiado por hienas y buitres, depredadores que revolotean y acechan a esa nación que, desde 1801 cuando se liberó como el primer país antiesclavista- protagoniza una historia controvertida, manifiesta hoy en carencias elementales, desvaríos institucionales y con perspectivas casi agotadas: esa es la realidad en la que Kenia y otros países pretenden acompañarle para que restituya su vitalidad, recupere su disposición y despliegue su capacidad como pueblo.

Decir que Haití está » tocando fondo» y rueda » cuesta abajo» es una reiteración generalizada, que, visualizada desde diferentes perspectivas responde a intereses, prejuicios y propósitos de quienes participan en la discusión de porqué ese país está en esas condiciones, cuáles serían las soluciones y con qué medios se lograrían estas; quiénes pueden ayudar y cómo -si por solidaridad o peculio-; hasta dónde hacerlo y por cuánto tiempo participar de esa gestión,  y cuales límites deben respetar como garantías de que el pueblo haitiano sea protagonista de su devenir.

Entre esos prejuicios que estimo, están los planteados por organizaciones de la izquierda dominicana y personas particulares de ese litoral que todavía aluden al intervencionismo » imperialista» ( pero que apoyan la ocupación rusa en Crimea y también la intervención en Ucrania), argumentando que  Haití tiene la capacidad para -por sí solo- solventar la crisis que lo acogota, obnubilados esos izquierdistas todavía por criterios asumidos en los años 70 del siglo pasado, cuando creían que la pobreza y miseria eran alicientes para motorizar la revolución que liberaría a los pueblos, desconociendo el protagonismo que en esas tareas tuvieron y han tenido otros agentes económicos y sociales.

El sociólogo César Pérez, antiguo dirigente de izquierda, intelectual y preclaro analista, evaluando la realidad haitiana y la urgencia de las posibles soluciones considera que la fuerza multilateral propuesta por Kenia es indeseable – con lo que coincido- pero reconoce que es una necesidad impostergable, humanamente ética y de responsabilidad social ante el drama que padecen los haitianos, que se deteriora proporcionalmente al paso del tiempo, y se reducen las opciones viables para que ese pueblo recupere la esperanza de un mejor porvenir.

Ana María, una izquierdista de antaño, exegeta del Materialismo Histórico-Dialéctico, ahora residente en Nueva York, vislumbrando el invierno, confía en que este próximo sea similar al pasado, cuando cayeron pocos copos en la ciudad, pero reflexiona que esa es una fatalidad resultada del cambio climático, que parangona así con la participación de fuerzas externas en Haití, y que, auxiliándose con Rubén Blades, filósofo de la Salsa, plantea el meollo de la presencia de Kenia en Haití:

«Decisiones/

Cada día/

Alguien pierde, alguien gana/

Decisiones, todo cuesta»…

Pero, la situación haitiana va más allá de una apuesta simple, en la que unos ganan y otros pierden. En esta oportunidad, Haití tiene que ganar, para provecho suyo y de su gente; ¡para tranquilidad de sus vecinos!

 

 

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