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jueves, mayo 16, 2024

¿Es el Trujillismo el problema?

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Tentado estuve de iniciar este párrafo con una variente de aquella expresión – como sustantivo- con la cual el entonces candidato presidencial Bill Clinton acorraló a su contricante George Bush ( padre), en las elecciones estadounidenses de 1992, pero el tema va más allá de una anécdota: implica una traba que ha complicado el necesario desenvolvimiento de la institucionalidad dominicana, 62 años después del hecho que se estima como el » pistoletazo de arranque» de la democracia: el ajusticiamiento del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina.

El alboroto suscitado tras el reconocimiento legal por parte de la Junta Central Electoral al Partido Esperanza Democrática que encabeza Ranfis Domínguez Trujillo, nieto del dictador, me parece desenfocado, dado que la impugnación a esa decisión está sustentada en la Ley 5880 de 1962, que prohíbe toda actividad que promueva el» retorno de aquel régimen tiránico y despótico en pugna con el sistema democrático que vive ahora el pueblo dominicano «.

Creo que el cuestionamiento a la JCE, en este caso, fuera más pertinente si se enfocara en determinar la validez de cada uno de los argumentos jurídicos- electorales y la comprobación exhaustiva de estos como requisitos inapelable para certificar el reconocimiento al partido de Ranfis y a los otros tantos Movimientos y Partidos beneficiados de la resolución 24-2300, del tribunal electoral.

El problema va más allá de la Ley 5880, que solo se recuerda esporádica y convenientemente, pero que se olvida que entre sus firmantes tuvo a Donald Reid Cabral, el mismo personaje que tan solo 19 meses después de rubricar esa legislación participó como figura principal en el derrocamiento del gobierno constitucional surgido de las primeras elecciones después del ajusticiamiento del tirano.

Ranfis Domínguez Trujillo no es » el nudo gordiano» en este asunto, si lo es el Trujillismo, ese mal de fondo inserto en la cultura política y en la conducta de dominicanos/ as de todos niveles que en cualesquiera ambiente exhibe » el trujillito que llevamos dentro» , ese que 62 años después del decapitamiento del tirano ha desvirtuado el valor democrático y descarrilado el implemento de la institucionalidad.

Es el trujillismo, expresado ahora en un conservadurismo patriotero, ese del que en un descarnado artículo nos advierte Denise Paiewonsky sobre » Qué estamos incubando»; el mismo conservadurismo heredado por una generación a la que se presumía protagonista del » salto cualitativo» que requiere la sociedad para dejar atrás, allá más atrás del 24 de junio de 1959 todo ese pasado oprobioso.

Ranfis tiene de su sádico tío el nombre, y de su bestial abuelo, el apellido y algunas mañas. Nada más. El Trujillismo lo rebasa a ellos.

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