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jueves, mayo 16, 2024

En Ruta a Cap Hiatién XXV

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A pesar del malestar mostrado por Solé, Lilly salió con Jean a hacer algunas diligencias y  a llamar personas. Sus relaciones son de toda índole, desde funcionarios públicos, otros empresarios, así como jefes de bandas delincuenciales, como las que controlan el abastecimiento de combustible, y otros productos que llegan a Haití. Ella no da señales de apegarse a nada ético, ni ideológico, y su padre le encargó la administración de la fábrica de cigarros y ciertos terrenos, porque ella demostró gustarle los negocios.

Al llegar la noche, Roberto llama a Solé y ella responde de manera que casi no se le entiende. Llama a Jean y este le responde. Le pide Roberto, que lo venga a buscar con toda la velocidad que pueda y él dice que las calles están descongestionadas a esa hora, que no se preocupe. También Roberto empieza a llamar un amigo que tiene una empresa de ambulancias aéreas y lo localiza y le pide que, si puede colocarle una, con enfermera, y para que él pueda acompañar la paciente, a New York.

De inmediato llamó a Monsieur Lacombe, que así se llamaba el padre de su amada, y le pide, que tratara de localizar un hospital en New York con capacidad de localizar una ambulancia en el aeropuerto Kennedy.

Llega rápido a la residencia de las hermanas Lacombe y encuentra a Lilly viendo televisión y le pregunta a Lilly, si no se ha dado cuenta de lo que le sucede a su hermana y esta le responde: ella lo que tiene es la resaca de las bebidas que tú le diste.

Tu hermana no tiene resaca, tu hermana se está muriendo, le grita y ahí mismo le pide que ordene a las empleadas que le preparen todo lo necesario porque él se la lleva de urgencia para New York.

En eso recibe una llamada del padre de las hermanas y le dice que acordó todo con el hospital Mont Sinaí. Gracias, le responde Roberto, eso me tranquiliza un poco. Cuando lleguemos allá hablaremos con más detalles.

Un par de horas después ya estaban en el aeropuerto de Cap Haitién, Roberto, la desmayada Solé y Jean . La colocaron en la camilla, Mcon la ayuda de la enfermera y partieron lo más rápido posible destino a New York.

Ya en el avión Roberto tuvo un momento de agradecimiento a los asaltantes del autobús de Dominicana de Transporte que no les robaran los pasaportes de él y Solé. Eso debido a que las bandas se especializan en el negocio de la delincuencia y existen aquellas que roban documentos, otras joyas, otro dinero en efectivo etc.

Durante el vuelo, Roberto no cesó de intentar darle aliento a Solé y cuando le preguntó ¿qué comiste? ella balbuceó solo coca cola.

Llegaron al aeropuerto Kennedy y abordaron la ambulancia del Mont Sinai, que estaba a espera de ellos. Gracias al suero inyectado a Solé en el avión el cuerpo lucía capaz de llegar al hospital.

La angustia del padre y de Roberto se redujo cuando ambos quedaron en la sala de espera adjunto a la habitación de cuidados intensivos. Se estrujaban las manos sudorosas pero aún en esas condiciones Roberto le pidió al señor Lacombe que si conocía a algún oficial importante de la policía de Cap Haitién. Este buscó su celular y llamó a alguien y le dijo en voz confidente: es un coronel. El señor Lacombe le dijo Coronel Pitet: quizas usted pueda ir a mi residencia y hacer alguna investigación sobre si encuentra algún indicio, sobre qué pudo haber envenenado a mi hija Solé, que la tengo aquí en New York con malestares que la tienen entre la vida y la muerte. El oficial le responde «con todo gusto lo haría si no fuera que acaban de asesinar al presidente Juvenal Moise y nadie sabe por qué ni quién lo hizo.

Eso se lo cuenta a Roberto a su lado y este le comenta las desgracias en Haití no parecen andar solas.

El señor Lacombe parece desplomarse . Roberto lo auxilia y dado su carácter optimista le comunica qué bueno que pudimos sacar a Solé antes de todo el enredo que esto va a crear.

Más tarde, conversaron con calma y en eso estaban, cuando llegó el Dr. Jenking para informarle que dados los síntomas de su hija investigaron que ella había recibido en las últimas 24 horas una dosis de arsénico, dos veces mayor de lo que se considera mortal

y le estamos aplicando propano sulfonato que puede tal vez evitar la muerte.

Cuando le explicó a Roberto lo que el Dr. había dicho este le dijo: lo que le voy a decir después que el Dr. se retire, le va a aumentar su dolor.

El Dr. Jenking se retiró y Roberto le dijo: Solo Lilly es responsable de lo que estamos pasando. y cuando sea posible averiguaremos qué farmacia le vendió arsénico o que compinche de algún hospital, pero lo único que tomó Solé después de que cenáramos juntos fue una coca cola ofrecida por Lilly.

FIN

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