La tarde de la llegada a la casa de los padres de Solé transcurre en un ambiente de festividad y competividad entre ambas hermanas por atraer la atención de Roberto por parte de Lilly y de continuarla por parte de Solé. Alrededor de las 8:00 p.m. Lilly ordenó a las empleadas que se prepararan una cena y para agradar a Roberto a quien le propuso que cenaran un chivo al horno. Roberto sintió, que ya las picaderas lo tenían con poca hambre y que cenar opíparamente con vino y/o cervezas, no parecía muy apropiado para él amanecer a enfrentar un terreno desconocido y dijo gracias Lilly. Yo preferiría algo más ligero. Solé estaba empleando todas las armas necesarias para conservar el terreno ganado y le pregunta a Roberto: ¿te parece bien un sandwich de queso y tomate? Roberto sonríe y asiente con la cabeza y Solé va más allá y en vez de ordenar a una de las empleadas que se lo prepare, decide hacerlo ella misma. Espera, le dijo a Roberto, y se dirigió a la cocina.
Eso le supo a veneno a Lilly, y disparó yo no confiaría en las manos de una sicóloga ninguna dieta y el tono no era de broma. Roberto, encogió los hombros como señalando esperemos a ver los resultados y desvió el temario hacia otro punto y dijo: oí decir que la mejor forma de subir a La Citadelle, es a caballo.
Lilly de inmediato dijo que ella tenía un hermoso caballo. Solé que estaba en la cocina en preparación del sandwich, oyó a Lilly ponderando la conveniencia de usar su caballo y recordó que ella tenía un amigo que residía cerca de donde comienza el ascenso que quizás tenga uno para tomarlo prestado. También recordó que las comunicaciones permanecían muertas e hizo una movida más simple, le dijo a una de las empleadas: consígueme a Jean, que así se llamaba el chofer, cuando éste se acercó le preguntó, si había personas que alquilaban animales para subir a la Citadelle al comienzo de la montaña. El chofer lo confirmó y además le dijo que era lo más conveniente por la distancia desde donde ellos estaban.
El caballo de Lilly estaba en la caballeriza detrás de la residencia y para llegar a las afueras de Cap Haitién eran unos 5 kms. y de ahí al comienzo de la colina unos 27 kms., más los 8 de subida.
Con esos datos, Solé dejó que Lilly se desbordara en la conveniencia de usar su caballo y esperar el momento oportuno para derrumbarle la propuesta en la batalla de descalificación mutua, que era como una guerra fratricida entre Lilly validarse ante Roberto, y Solé por retenerla.
Solé regresa al comedor con su sandwich para Roberto y en ese momento Lilly estaba chocando un vaso de cerveza con el de Roberto en celebración del inicio de su amistad con él.
Solé ofrece el sandwich a Roberto quién a la primera mordida expresa: uuuuuaaoo que sabrosura…y es entonces cuando Lilly sigue en su esfuerzo de convencer a Roberto a que use su caballo. Ahí dice Solé, mira Roberto , toma en consideración que desde aquí hasta el comienzo de la colina que lleva a La Citadelle hay 32 kms. Más los 8 de subida. El caballo de Lilly no conoce la ruta y podría sentirse extraño en el área, mientras al pie del ascenso, hay personas que alquilan el servicio de subir en caballos, que han hecho ese mismo viaje, quizás decenas de veces y he averiguado que cobran unos 2000 gourdes por subir y otro tanto por bajar, así que eso serían como unos 40 dólares. Roberto dijo OK. eso es más barato, que lo que me cobró un taxista en Santo Domingo por llevarme al aeropuerto.
Gracias Lully por tu gentileza, pero me parece más propicio que me faciliten el chofer para llevarme al pie de la colina. Ojalá que para entonces se hayan restablecido las comunicaciones.
Lilly sintió como una patada en el estómago, el éxito de la sugerencia de Solé y en repulsa opinó: qué seguridad tenemos
de que esos desconocidos no sean bandoleros. Roberto comentó, bueno ese es un riesgo en cualquier lugar del mundo y, además, como lo acabamos de pasar en el autobús.
