Los motociclistas se han convertido en los últimos años en una verdadera pesadilla para los dominicanos, por la forma temeraria como circulan por las calles de nuestras ciudades. Lamentablemente, para ellos no existen leyes, ni autoridad que las haga cumplir. Cada día son más los que se suman a ese desordenado colectivo que provoca caos en el tráfico.
Y no es que estemos en contra de estas personas, mucho menos del trabajo que gran parte de ellos realiza día a día para llevar el sustento a su familia… No. Lo que cuestiono es la forma en cómo están organizados, cómo circulan, el desconocimiento e irrespeto a nuestras leyes de tránsito y la dejadez que muestran las autoridades ante el perturbador problema ¡Estamos claros!
De acuerdo con la Dirección General de Impuestos Internos, y al cierre de 2020, había registrado unos 2,695,457 motocicletas, es decir, el 55.7% del parque vehicular, que es mucho decir, engrosan este grupo. Imagínese usted, la otra cantidad que anda por ahí sin ningún papelito que lo avale o contabilice.
De ese conglomerado, al menos un 26% circula en el Distrito Nacional. Pero bueno, el punto real no es la cantidad de motores que circulan, sino cómo manejan y ahí radica la gran carga de estrés que éstos proporcionan a casi todos los conductores y peatones.
Hay una nueva ley que rige y controla nuestra seguridad vial, y es la 63-17, la cual sustituyó a la famosa Ley de Tránsito 241, promulgada en 1967. Esta iniciativa de actualización se dio tomando en cuenta que nuestro país figura en los primeros lugares del ranking mundial donde se reportan más accidentes, y claro, considerada una ley obsoleta y poco funcional.
En ese sentido, se creó un nuevo marco jurídico y se adecuaron las leyes vigentes para regular el sector, y el resultado es que no han dado “pie con bola”, como dicen por ahí, en la reorganización y cumplimiento de las normas establecidas, porque para los verdaderos infractores esa ley es muerta.
Y me voy más lejos diciendo que el modus operandi, tanto de nuestras autoridades, como ente regulador, y del propio colectivo en nada ha cambiado, sigue siendo lo mismo, con el agravante de que hoy son más los desaprensivos que circulan en nuestras calles, cobrando vidas, creando traumas y daños materiales a dos por chele.
Hay una frase muy repetida por quienes pagamos impuestos y andamos siempre por la rayita y es: “mientras no haya consecuencias, todo seguirá igual o peor”. Y no hay nada más cierto que eso.
Si las autoridades no actúan como debe de ser, el caos impera, y de eso no hay dudas. Entonces, qué cuesta hacer las cosas bien y aplicar la ley para todos, porque mientras sigamos permitiendo infracciones y malas conductas a un grupo, seguiremos siendo execrables en el manejo del tráfico; y dudo que estemos cerca de mejorarlo.
Ni el Gobierno Central, ni los ayuntamientos, que también son partícipes, ni el Intrant, ni la Digesett están cerca de dar respuesta a este estresante problema del tránsito, por el contrario, cada día los veo más desorientados y perdidos, y como diría cualquier persona con un chin de sentido común esto es como pedir peras al olmo.
El problema no es de tránsito es de quienes transitan y del porqué lo hacen.
Y malos conductores los hay en motocicletas y autos.
Por otra parte, la cantidad de oficiales no se corresponde con la cantidad de vehículos ni vías.
Y otro asunto es la responsabilidad laboral y técnica de esos agentes del orden, que deja mucho que desear.