La insurrección civico militar del 24 de abril de 1965, marcó un antes y un después en la historia dominicana con importantes lecciones.
Esta guerra fratricida que tenía el objetivo de restaurar la Constitución de la República con el retorno al poder de Juan Bosch, derrocado en 1963, pero el desembarco de la 82 División Aerotransportada de los Estados Unidos, el 28 de abril, frustró ese ideal y la convirtió en una guerra patria.
Pero para los dominicanos esta fue una batalla más en la lucha por su emancipación y no se dio un paso atrás en la defensa de la soberanía nacional frente a la soldadesca invasora dotada de los más modernos armamentos de entonces.
“Pecho al plomo y la conciencia en firme”, escribió el poeta nacional Pedro Mir en aquellos gloriosos días para alentar a los combatientes en su poema “Ni un paso atrás”.
Hoy, a 56 años de esos acontecimientos, una de sus enseñanzas es que con la unidad se logran muchos objetivos. Eso fue lo que ocurrió en abril de 1965 cuando civiles y militares, hermanado como un solo hombre, con el coronel Francisco Alberto Caamaño Deño, a la cabeza defendieron, armas en manos, la patria de Juan Pablo Duarte.
Esta reacción al madrugonazo septembrino de 1963 es una alerta a los sectores del país que se oponen a la institucionalidad y violan las reglas de la democracia en aras de defender sus intereses.
Ojalá que nunca más los dominicanos tengamos que recurrir a las armas para hacer valer la democracia, para que se respeten los derechos constitucionales, con la sangre de abril de 1965 y de otros hechos históricos es suficiente.
Nunca nos cansaremos de rendir tributo a aquellos valientes dominicanos que ofrendaron su vida en la defensa de la soberanía nacional y de la constitucionalidad en 1965.
