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miércoles, mayo 1, 2024

Permisividad y espanto en la transición

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Según lo define el sitio medlineplus.gov un reconocido y autorizado sitio de internet de orientación de salud, el trastorno de pánico “es un tipo de trastorno de ansiedad en el cual usted tiene ataques repetitivos de intenso miedo de que algo malo va a ocurrir”.

Entonces, el pánico, el espanto, es un asunto científico médico.
¿Es posible que en República Dominicana sea cosa difícil morir de espanto, de trastorno de pánico?

Bueno, como van marchando las cosas, será muy difícil que los dominicanos mueran de espanto. Y raro es, porque aquí, permanentemente tenemos en mente que algo malo va a ocurrir, o está ocurriendo. No porque seamos pesimistas, que no lo somos, sino porque la vida nos lo ha demostrado así. Aquí, nadie muere de espanto.

Sólo hay que ver, cómo estando el pueblo dominicano atrapado por la pandemia que va sembrando a toda máquina, el infernal coronavirus, seguimos un tanto impávidos.

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y su quinto gobierno que agoniza, con Danilo Medina (¡uf, Danilo Medina!) que se va, con to’, han decidido hacernos la última maldad: cogerlo con calma y descuido, como que nada está pasando, como quien ya no quiere la cosa.

La permisividad que se están tomando Medina y su trulla gubernamental es, porque están empeñados en demostrar al agotar su último cuplé, que realmente no han servido para nada útil al país.
Se nos muere la gente y el gobierno luce enredado de pies, enredado de manos, aturdido y disperso. Tullido, es el término. Se han sumido en un silencio sólo roto por ese pobre infeliz que nos han hecho tragar como Ministro de Salud Pública, durante todo el tiempo, como parte de un triste e incierto panorama. La gente se contagia, se muere en cada pueblo, y el infeliz nunca se entera.

Permisivo, el Danilo, se ha dedicado a inaugurar cosas en las que nadie está pensando, en una carrera de locas sorpresas, como queriendo decir “me voy pa’l carajo, aunque se acabe el mundo. Y así, es, viene el demonio anunciando a toque de tambor lúgubre “tum, tum, que se acaba el mundo”.

Eso sí, que la historia no se detiene ni se acaba porque ellos hayan sido liquidados con sus faltriqueras llenas con dineros sucios. Ellos ya tienen asegurado su puesto lamentable en la historia.

Todo eso lo decimos, para que se sepa que entendemos las cosas: la permisividad de los perversos, no nos matará de espanto. Este es un país que siempre ha sabido pelear contra los peores augurios. El pánico no lo mata.

Y el sol, sigue saliendo por el oriente.

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