El brutal asesinato de Masiel Leslie Rosado, ante los ojos atónitos de decenas de ciudadanos, de ninguna manera se puede justificar, esconder, ni descargar de responsabilidad a la Policía Nacional, como se pretendió en un principio.
Hoy vertemos lágrimas por una joven arquitecta, cuya familia quedó lacerada, pero antes cientos de dominicanos fueron víctimas de la actuación brutal de algún agente policial en casos que no trascienden.
Pasan años y años y esa institución no termina de adecuarse a los cambios democráticos de la sociedad de hoy, sigue empantanada en métodos de actuación inciviles.
Aunque el hecho en que perdió la vida Leslie Rosado es propio de la ola de violencia que afecta la sociedad en donde cualquier ciudadano recurre a las armas hasta por un simple problema de un parqueo, el hecho que el protagonista del mismo sea un agente policial le concede un cariz especial.
Empero, sin más vueltas a la tuerca, la Policía Nacional tiene que variar el método de formación de sus miembros. A estas alturas no se tolera que sus agentes crean que el civil “es un perro”, que es su enemigo, lo que explica, en muchos casos, la conducta violenta que exhiben.
De la academia y centros de entrenamientos policiales deben egresar agentes educados en la civilidad, en el respeto de los derechos humanos.
La Policía debe entender que hoy la sociedad es otra basada en el respeto de los derechos de los derechos humanos, sin que ello implique debilidad en el cumplimiento de su deber, en garantizar la seguridad ciudadana.