A pesar de los actuales pronósticos, nada halagüeños, sobre los 365 días que deberán agotarse durante el año 2023, los dominicanos no vamos a renunciar al optimismo.
Somos veteranos de larga data en nutrirnos de una fuerza vigorosa para enfrentar las dificultades con éxito. Luchadores por un mundo más justo. Eso es lo que somos los dominicanos.
Y 2022 fue sólo un año de muestra, durante el que llovieron las adversidades de todos los matices.
Hoy, como ayer, los pronósticos económicos no son los mejores. Sólo hay que atender para confirmarnos en esa apreciación, a los tenebrosos precios de los carburantes.
Los aires de guerra vigentes hace ya un año en el Viejo Continente, siguen envueltos en nubarrones que muchos insisten en que apuntan hacia una conflagración nuclear, para una definitiva desgracia para la humanidad, de la que no somos ajenos.
No bien salíamos de la crisis sanitaria provocada por la pandemia del COVID-19, cuando se precipitó la tormentosa y absurda guerra entre Rusia y Ucrania, convocando hacia un desorden económico general en todo el mundo.
Los dominicanos nos vamos levantando dispuestos a capear cualquier nuevo vendaval que por desgracia se nos venga encima.
Insistamos en que estamos impuestos a sacar fuerzas de flaquezas para impulsarnos hacia un porvenir venturoso, pasando por encima de las dificultades.
Junto a nuestras autoridades vamos a mantenernos en guardia para robustecer sus mejores deseos y actuaciones.
Que no le quepan dudas a nadie. Creemos en el esfuerzo de esta comunidad impuesta a vencer obstáculos. Seamos optimistas las 24 horas de los 365 días que empiezan a correr.
La suerte está echada. Y eso no es nuevo. Somos mucho más fuerte cuando estamos los unos junto a los otros, desde aquel 27 de febrero de 1844.
