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jueves, mayo 2, 2024

De contradicciones y cristianismos

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El mundo se está enrumbando por senderos de múltiples nebulosas que dicen algunos son un signo de los tiempos.

Por nebulosas entendemos múltiples acciones a todas luces contradictorias cuando las ejecuta un mismo protagonista.

Cuando hablamos en estos términos no nos estamos olvidando de la existencia de una Ley Fundamental que rige la existencia de los seres: la Ley de la interpenetración de los contrarios (u opuestos), o de las Contradicciones. Es “Ley de la lógica, según la cual dos proposiciones A y A que se niegan (Negación) una a la otra, no pueden ser al mismo tiempo verdaderas”. O sea, que “la proposición A no puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa”. Es Ley de la dialéctica.

Lo que no es así es pura metafísica.

¿Nos volvimos filósofos?

No. Es que lo que está a la vista no necesita explicación. Eso es lo que nos indica la pura lógica. La racionalidad de las cosas.

El Cristianismo se norma por dogmas. Y un dogma, en términos religiosos es lo que hay que creer, y en lo que hay que militar a fe ciega. Sin chistar. Porque sí.

Esas cosas podrían parecer lentejas. Y lo son. El que lo quiere, lo quiere. Y si no, lo deja. O sea, se puede ser cristiano a voluntad. Pero si se es cristiano no es para andar envuelto en las nebulosas de los tiempos. Porque cuando ocurre así se está bordeando la frontera de numerosos peligros de infidelidades.

El rechazo al aborto en cualquiera de las causales es un dogma de fe cristiano. Eso es así, y para discutirlo vayamos a otra parte. A otros mecanismos que, tal vez, ni siquiera existen. Un dogma como tal, necesariamente, no niega lo científico. Porque las religiones son tan antiguas como la humanidad misma.

No se entiende que alguien llamado a ser modelo de liderazgo por fuerza de su propia decisión y de la decisión de los demás, sea también, un ente de contradicción que lleve a la confusión.

Es contradictorio que alguien se arrodille ante los santos del cristianismo, o las prédicas de cualquier denominación cristiana, y luego, aparezca defendiendo el aborto en cualquier causal. No. Ahí, hay una contradicción sustancial que nos negamos a hacerla norma de vida.

Hay cuestiones que como decimos, si las vamos a discutir tendríamos que irnos a otro sitio.

Por ejemplo, los fundadores de la República, fuera por fuerza o razón, o por fuerza de la sinrazón, decidieron que su engendro naciera bajo la férula del cristianismo.

Pero cristianismo por todas partes: consignado en la cruz de nuestros símbolos de fe patriótica, en nuestra bandera cruzada de blanco, en nuestro escudo abierto en uno de los Evangelios en el que rezamos que conociendo la verdad seremos libres.

¿Estamos dispuestos a renunciar a todo eso, sólo por dejarnos envolver en las nebulosas y signos de los tiempos?

Si estamos dispuestos a esas renuncias, pues renunciemos. Pero hagámoslo con seriedad y sin propasarnos. Sin presiones ni chantajes. Pero a todo riesgo.

Es posible que el Cristianismo cambie, como ha cambiado a través del tiempo en numerosas cuestiones.

No nos adelantemos a los hechos, sin embargo. Hasta que tengamos fórmulas aceptadas por todos y no impuestas por conveniencias de cualquier interés, sigamos firmes. No atendamos a sofismas que parecerían baratos.

Estos son sólo consejos de filósofos. Pero, consejos, en fin.

Dios nos bendiga a todos.

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